Las Bellas Historias de la Biblia Para el: 20 junio
SI Rebeca era la niña de corazón bondadoso, Isaac era el muchacho amigable. Siempre pensaba en otros, y en cómo podría ayudarlos. Nada parecía contrariarlo jamás.
¿Recuerdas cómo se condujo en el monte Moria, cuando su padre le explicó que Dios quería que fuera ofrecido en sacrificio y cuánto se lamentó por la muerte de su madre, y cuán feliz se sintió cuando vio a Rebeca? Todo eso reveló la dulce bondad de su carácter.
Durante los años siguientes, ese mismo hermoso rasgo de carácter resplandeció repetidas veces en su vida.
Cuando Abraham falleció a los 175 años, ¿qué crees que hizo Isaac? Envió a buscar a Ismael, a quien Abraham había separado del campamento hacía muchos años antes, y juntos sepultaron a su padre en la cueva de Macpela, donde descansaba Sara.
Solamente alguien que poseyera una verdadera grandeza hubiera pensado en hacer eso. Isaac había sido nombrado heredero único de las incontables posesiones de Abraham, y fácilmente podría haberlo convertido en un hombre orgulloso y egoista.
Pero no ocurrió así. Podría haber tratado de llamar la atención e ignorar a todos los demás. Pero no; en lugar de ello, lo primero que hizo después de la muerte de su padre fue compartir los servicios del funeral con su solitario medio hermano.
Poco tiempo después, Isaac oyó que los filisteos estaban cegando los pozos que su padre había cavado en distintas partes de la región. Esas noticias hubieran indignado a la mayoría de los hombres, porque en aquellos días, y en aquella región, los pozos eran de gran importancia por ser la única fuente de agua para el ganado.
Sin duda, mientras Abraham vivía, los Filisteos habrán envidiado sus enormes manadas de vacas y sus numerosos rebaños de ovejas y cabras. Y cuando oyeron decir que había muerto, probablemente se dijeron: «Ahora es nuestra oportunidad de apoderarnos de su campo. Ceguemos sus pozos y arreemos su animales. No nos preocupa la reacción de su heredero. Él no es un hombre fuerte como su padre».
Pero en Isaac encontraron una nueva clase de fortaleza. Él no intentó pelear con ellos, como ellos esperaban. En su lugar, se mostró amigable. Y ellos no sabían cómo combatir contra eso.
Al llegar un día al valle de Guerar, los siervos de Isaac le informaron a su amo que todos los pozos que Abraham había cavado habían sido cegados.
En lugar de enojarse, como muchos lo hubieran hecho, Isaac sencillamente dijo: «Muy bien, cávenlos de nuevo».
De manera que los siervos, tranquilamente, se pusieron a trabajar y reabrieron los pozos. No obstante, ni bien terminaron, los pastores locales se reunieron y trataron de pelear.
—Estas aguas son nuestras —gritaron.
—Muy bien —dijo Isaac—. No peleemos por esto.
Y ordenó a sus siervos que se apartaran un poco y cavaran otro pozo. Pero apenas habían encontrado agua en este nuevo pozo, cuando las mismas personas que habían hecho un alboroto acerca del primero, llegaron corriendo y gritando:
—Esta agua también es nuestra!
Esa situación debe haber sido muy difícil para Isaac y sus siervos. Cavar un pozo no resulta una tarea fácil, y en ese clima cálido, debe haber sido un trabajo muy arduo. Que alguien se haya intentado apoderar de lo que tanto les había costado encontrar, hubiera sido motivo suficiente de pelea para la mayoría de los hombres.
Pero no para Isaac.
—»Pueden quedarse con él —dijo—. Iremos a otra parte y volveremos a cavar.
Y eso fue precisamente lo que hizo: La Biblia dice: «Entonces Isaac se fue de allí y cavó otro pozo, pero esta vez no hubo ninguna disputa. A este pozo lo llamó Espacios libres, y dijo: ‘El Señor nos ha dado espacio para que prosperemos en esta región'».
Y en verdad que el Señor hizo lugar para Isaac, pero lo hizo mediante el espíritu bondadoso y pacífico que él manifestó hacia los que se le oponían. Sus enemigos, sencillamente, no podían combatir contra un hombre como ese. Así fue que él obtuvo la victoria al ser paciente y bondadoso, y al proceder de esa forma, hizo amigos en lugar de enemigos.
En esa misma noche, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios de tu padre Abraham. No temas, que yo estoy contigo. Por amor a mi siervo Abraham, te bendeciré y multiplicaré tu descendencia».
Era como si Dios le estuviera diciendo: «Estoy muy complacido por la forma en que actuaste en este asunto de los pozos. Te amo por causa de ello. Ese es el espíritu que yo quiero ver en todos mis hijos. Nunca temas hacer lo recto. Recuerda, yo estoy siempre contigo, y te voy a bendecir, como se lo prometí a tu padre Abraham».
Esto es algo que debemos recordar cuando otros nos tratan de forma agresiva y desconsiderada. Si buscamos tratarlos con bondad y mansedumbre, agradaremos a Dios tal como lo hizo Isaac, y las bendiciones que le prometió a él serán también nuestras.
Sabemos que eso es verdad por lo que Jesús dijo un día: «Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo».*
Si tan solo cada niño y cada niña tuvieran un corazón bondadoso y un espíritu amigable como Isaac y Rebeca, ¡qué lugar feliz para vivir sería este mundo!
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Tomado de: Las Bellas Historias de la Biblia
Por: «Arthur S. Maxwell»
Colaboradores: Noel Ramos & Miguel Miguel
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