«Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen» Mateo 5:44, RVC
EN LOS ÚLTIMOS DÍAS, cuando abundará la iniquidad y el amor de muchos se enfriará, Dios tendrá un pueblo que glorifique su nombre y esté para condenar la injusticia. Ha de ser un «pueblo peculiar», que será leal a la ley de Dios cuando el mundo procure anular sus preceptos; y cuando el poder transformador de Dios obre por medio de sus siervos, las huestes de las tinieblas se aprestarán en amarga y determinada oposición. […]
Satanás está enemistado con la verdad y luchará de todas las maneras posibles contra sus defensores. — The Review and Herald, 8 de mayo de 1888.
Nuestra vida debe estar de tal modo oculta con Cristo en Dios, que cuando hagamos frente a amargos discursos, palabras burlonas y miradas perversas, no permitiremos que nuestros sentimientos se agiten contra nuestros adversarios, sino que sentiremos profunda compasión por ellos, porque no saben nada del precioso Salvador a quien pretenden conocer. Debemos recordar que están al servicio del acérrimo enemigo de Jesucristo, y que mientras todo el cielo está abierto a los hijos e hijas de Dios, ellos no tienen ese privilegio. Deberíamos sentirnos como el pueblo más feliz que mora en la tierra. Sin embargo, como representantes de Cristo, somos como corderos en medio de lobos: tenemos a Alguien que puede ayudarnos en todas las circunstancias, y no seremos devorados por esos lobos, si nos mantenemos cerca de Jesús. ¡Cuán cuidadosos debemos ser de representar a Jesús en cada palabra y acción! Cuando nos levantamos en la mañana, cuando salimos a la calle, cuando regresamos, debemos sentir que Jesús nos ama, que está a nuestro lado y que no debemos fomentar pensamientos que ofendan a nuestro Salvador. — The Review and Herald, 10 de abril de 1888.
Los malos ángeles pueden rodearnos para ensombrecernos, pero la voluntad de Dios es mayor que su poder. Y si Cristo no se avergüenza de nosotros por nuestras palabras o acciones, o por ninguna otra cosa, la dulce bendición y la paz de Dios estarán en nuestro corazón todos los días de nuestra vida. — Ibid.