“Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; más ahora guardo tu Palabra. Bueno eres tú, y bienhechor”. Salmos 119:67
Un ocupado redactor y corrector de pruebas contrajo una grave afección a los ojos. Las largas y tediosas horas dedicadas a la lectura minuciosa de manuscritos los habían cansado. Pensando que acaso necesitaba un nuevo par de anteojos, fue a consultar a un oculista. Éste le dijo que en realidad, no necesitaba gafas nuevas, sino descansar sus ojos. El redactor le explicó que eso era prácticamente imposible, pues su trabajo requería permanecer sentado casi todo el día, inclinado sobre un escritorio, leyendo y escribiendo. El oculista le preguntó entonces dónde vivía, a lo cual el replicó que de cara a los Pirineos, la majestuosa cadena montañosa de Francia.
—Vaya a su casa, y trabajé como de costumbre —prescribió el oculista—, pero cada hora, deje su escritorio y vaya al porche para mirar un rato las montañas. Mirarlas a lo lejos, descansará sus ojos, después de tanto forzarlos en la lectura de manuscritos e impresos.
A veces, también nosotros necesitamos mirar a lo lejos. Cuando las dificultades cotidianas pesan demasiado, llegamos a sentirnos desanimados. La vida se convierte en una verdadera molienda. Las pruebas y los obstáculos nos abruman, y nos preguntamos por qué, si Dios nos está guiando, la vida está tan llena de retos.
He aquí una clave para enfrentar esos retos. Cada prueba que enfrentamos constituye una oportunidad para buscar en Dios la solución; es una oportunidad para hacer una pausa y “mirar a lo lejos”.
‘La senda de la sinceridad e integridad no es una senda libre de obstrucción, pero en Boda dificultad hemos de ver una invitación a orar (ElDeseado de todas las gentes, pp. 620, 621.
Las dificultades son puertas hacia Dios. Los obstáculos son oportunidades para conocerle mejor. Las pruebas son instrumentos de enseñanza que nos revelan efectos de los que antes no nos habíamos percatado. “Las pruebas y obstáculos son los métodos de disciplina que el Señor escoge, y las condiciones que señala para el éxito» (El ministerio de curación, p. 373).
Podemos testificar con el salmista David, “antes que fuera yo humillado, descarriado andaba, más ahora guardo tu Palabra. Bueno eres tú, y bienhechor”.(Sal. 119:67). Aun en medio de las pruebas, las dificultades y las aflicciones, Dios es bueno. Animémonos a “mirar a lo lejos”. En él, todos nuestros problemas se ponen en perspectiva. En él vemos la vida con más claridad.