A lo largo de la historia ha habido quienes, en nombre del cristianismo, han distorsionado el carácter de Dios. Un campesino egipcio llamado Antonio fue considerado “santo” por haber vivido solo, en el desierto, casi noventa años.
Simeón el estilita llevó el rechazo del cuerpo a nuevas alturas. Como si vivir solo en el desierto no fuera suficiente, construyó una plataforma a sesenta pies del suelo, y vivió en ella por treinta y siete años, vestido con pieles de animales.
Y Macario, un ermitaño que vivía en Alejandría, también se convirtió en un personaje legendario. Durante uno de sus ayunos, permaneció en un rincónde su celda, sin hablar ni moverse, por cuarenta días.
La idea de que el cristiano no debe tener contacto con el mundo para no contaminarse con el mal es una perversión del cristianismo. Es un malentendido de la misión de Cristo, quien se atrevió a meterse en el nido de serpientes de este mundo, para salvarnos del veneno de su pecado. Jesús rogó por los suyos al Padre, con estas palabras: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15).
Alguien ha dicho que el cristiano es como un bote en el agua. Está bien que el bote esté en el agua; malo sería que el agua entrara al bote.Del mismo modo, está bien que el cristiano este en el mundo; malo sería que la mundanalidad entrará al corazón del cristiano. Es la voluntad de Dios que los cristianos transformemos el mundo en que vivimos. En el debemos ser como la luz y la sal.
En efecto, Dios nos llama a iluminar la oscuridad; a darle sabor anuestro ambiente, positivamente.Nos llama a darle forma al mundo, no a que el mundo nos dé forma. Llenos del Espíritu de Cristo y motivados por su amor, lancémonos a nuestro mundo de hoy para transformarlo para bien.
No subamos a nuestro pilar beato, como Simeón el estilita, para contemplar desde allí como el mundo marcha hacia su destrucción final en el lago de fuego. Bajémonos de nuestras “alturas». Comuniquémonos con la gente que nos rodea. Compartamos el amor y la gracia de Cristo con ellos y observemos cómo Dios obra milagros en sus vidas.