Las Bellas Historias de la Biblia Para el: 23 marzo
«Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?»
Génesis 4:9
CAÍN se espantó con lo que hizo. Vio que el cuerpo de su hermano se desplomaba en el suelo y se preguntó qué había ocurrido, porque nunca antes había visto morir a un hombre. Entonces, cuando comprendió la espantosa verdad de que Abel estaba muerto —muerto como el cordero en el altar que había sido el motivo de toda esta disputa—,su enojo se convirtió en temor y remordimiento.
Ahora no podía regresar a su hogar así. No podía enfrentar a sus padres después de cometer ese acto tan espantoso. Tampoco podía enfrentar a sus hermanos y hermanas, porque se enojarían con él y quizá querrían matarlo, como él había matado a Abel. Tendría que huir lo más lejos posible, y nunca más volver.
Eso es lo que hace el pecado. Separa a los seres queridos, destroza la felicidad, quita la paz mental y el gozo del corazón.
Cuando Caín huyó de la escena, escuchó que Dios lo llamaba:
—“¿Dónde está tu hermano Abel?”
—“No lo sé —respondió—. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?”
—“¡Qué has hecho! —exclamó el Señor— Desde la tierra, la sangre de tu hermano reclama justicia”.
Por supuesto que Dios sabía lo que había ocurrido. Nada se esconde de él. Había presenciado ese acto espantoso. Había visto la sangre de Abel en la tierra, y esta clamaba por justicia. De hecho, desde el silencio y la impotencia de la muerte, Abel clamaba más fuerte que si estuviese vivo, para que se hiciera algo por esta gran injusticia.
Caín había quebrantado el sexto mandamiento de la santa ley de Dios: “No mates”.* Pero por su orgullo, sus celos, su enojo, su autosuficiencia y sus mentiras, también había quebrantado los otros nueve. Tenía que ser castigado. Pero ¿cómo?.
—“Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra -dijo Dios— Cuando cultives la tierra, no te dará sus frutos, y en el mundo serás un fugitivo errante”.
En su misericordia, Dios no le quitó la vida a Caín, pero lo envió lejos de su hogar y de todo lo que había sido tan querido para él, así como había expulsado a Adán y Eva del jardín del Edén cuando ellos habían pecado contra él. Caín sería un fugitivo que huye siempre para salvar su vida, un vagabundo que nunca se atrevería a establecerse en un lugar.
—»Este castigo es más de lo que puedo soportar —exclamó Caín al darse cuenta de lo que le había costado su pecado—. Hoy me condenas al destierro, y nunca más podré estar en tu presencia. Andaré por el mundo errante como un fugitivo, y cualquiera que me encuentre me matará».
Pobre Caín, se imaginaba viviendo en constante temor por su vida, siempre huyendo cada vez más lejos del hogar, al que nunca podría regresar. Dios sintió compasión por este joven que tanto amaba desde que era un bebé, y le puso una marca a Caín, para que no fuera a matarlo quien lo hallara».
-La -Biblia no dice cuál era esa marca. -Bien puede haber sido un cambio en su rostro que el pecado, el remordimiento y el temor siempre acarrean. El hecho es que, a partir de ese momento, fue un hombre diferente, el primer hombre marcado de la historia. Marcado, no para que pudiese ser atrapado y castigado, sino marcado por su castigo, para que pudiera librarse de la muerte.
La marca hizo algo más. Le recordaría a Caín, a su esposa, a sus hijos y a todos los que se encontraran con él cuán terribles son los resultados del pecado. Era una advertencia para que nadie optara por ese mal proceder que le había causado tanta tristeza a él y a sus seres queridos.
«Así Caín se alejó de la presencia del Señor y se fue a vivir a la región llamada Nod, al este del Edén».
¿Alguna vez te pusiste a pensar en lo que eso significó para Adán y Eva?
En un solo día perdieron a dos hijos. Abel estaba muerto; y Caín, su primogénito, del que habían dependido tanto, y en el que habían puesto sus esperanzas para el futuro, era un marginado que huía por su vida a tierras desconocidas del oriente para salvar su vida.
¡Qué día sombrío debe haber sido aquel! Desde aquella espantosa noche en que echaron un último vistazo al Edén y vieron al ángel con la espada ardiente que les impedía regresar, nunca más habían sentido tanta soledad y desesperación.
Es probable que se hayan preguntado si valía la pena seguir viviendo y qué sentido tenía seguir esperando.
Sin embargo, la esperanza renació en estos pobres y tristes corazones. Y, como sucede tan a menudo, vino en la forma de un bebé, porque fue en este preciso momento que Eva tuvo otro bebito. La Biblia dice: «Y ella tuvo un hijo al que llamó Set, porque dijo: Dios me ha concedido otro hijo en lugar de Abel, al que mató Caín’ «. De modo que volvieron a empezar, creyendo y esperando que este fuera el bebé del que vendría la simiente prometida.
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Tomado de: Las Bellas Historias de la Biblia
Por: «Arthur S. Maxwell»
Colaboradores: Noel Ramos & Miguel Miguel
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