«Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido[a] varón» Génesis 4:1
CUANDO Dios creó los peces, las aves y los animales, les dijo: —»Sean fructíferos y multiplíquense»
En respuesta a su mandato, pronto aparecieron en los ríos y los mares miles de peces bebés, desde los más diminutos hasta los bebés ballenas y leones marinos. En los árboles y los arbustos del bosque, aves de roda clase y color comenzaron a construir nidos, a poner huevos y a incubarlos, como han hecho las aves a través de los siglos desde aquel entonces.
Las primeras ovejas tuvieron sus primeros corderitos, los primeros osos tuvieron sus primeros osemos como de peluche, a los primeros elefantes les nacieron adorables bebés elefantitos, y así sucesivamente por toda la creación. Todo el mundo se convirtió en una inmensa casa cuna con miles de madres y padres que hacían lo mejor de su parte para alimentar y educar a sus hijos.
A Adán y Eva Dios también les dijo:
—»Sean fructíferos y multiplíquense»
No quería que estuviesen solos. Había hecho planes de que tuviesen una familia numerosa y disfrutaran del amor y la compañía de muchos, muchos niños y niñas.
Si nos detenemos a pensar, este fue, por lejos, el mayor regalo de amor de parte de Dios para estos queridos seres creados por su mano. Mejor que todas las ricas provisiones de oro y plata de la tierra, mejor que roda la amistad de los animales, era la capacidad de tener niños y niñas, que un día crecerían para ser hombres y mujeres como ellos.
Este regalo tan precioso tenía la intención de brindarles eterna felicidad, cuando sus hijos y los hijos de sus hijos vinieran a amarlos y honrarlos a través de los tiempos.
Cuántos hijos tuvieron Adán y Eva, no lo sabemos. Pero por lo que se nos cuenta de aquellos lejanos días, podemos estar seguros de que tuvieron muchísimos. ¡Y qué inteligentes y hermosos deben haber sido, al ser hijos de estos dos seres majestuosos formados por el Creador mismo!
¡Cómo habrán resonado sus alegres risitas por las colinas y los valles mientras corrían alegremente por los campos y los bosques, jugando con sus amigos los animales! Sin duda, fue la alegría y el amor de estos queridos niños lo que ayudó a Adán y Eva a soportar el pesar y la pérdida del Edén.
De todos sus hijos solo conocemos el nombre de tres, que fueron varones. Por supuesto que deben haber tenido niñas en su familia también, pero sus nombres no se encuentran en la Biblia.
El nombre del primer bebé -el primero que nació en esta tierra- fue Caín. No es raro que sepamos ese nombre, porque los primeros bebés siempre son muy, pero muy importantes, ¿verdad?
¡Cuánto habrán amado Adán y Eva a ese niñito! ¡Cuántas veces habrán contado los dedos de las manos y de los pies y se habrán asombrado por la belleza de sus ojos, su nariz, sus orejas, su boca, como todos los padres y madres han admirado a sus primeros bebés desde entonces!
También estoy seguro de que el Hijo de Dios, muchas veces, habrá mirado con ternura ese suave capullito encantador en los brazos de Eva, porque sabía que, algún día, vendría a vivir entre los hijos de Adán de esa forma.
¡Qué consuelo debe haber sido el pequeño Caín para los tristes corazones de sus padres! La sola alegría de mirarlo, de jugar con él y de amarlo debe haberles ayudado a olvidar sus pesares. Y al pensar en el día en que crecería y llegaría a ser un muchacho grande y refinado, un joven semejante a su noble padre, ¡qué sueños maravillosos habrán concebido para él, cuántas esperanzas grandiosas para el futuro que anhelaban en su corazón para este hijo recién nacido!
Pero esto no sucedió así.
En cambio, este tesoro tan preciado, esta alegría de su corazón, llegó a ser la fuente de su mayor tristeza.
Ellos pensaban que habían pagado el precio del pecado cuando fueron expulsados del jardín del Edén. Pero solo habían empezado a pagarlo. Pronto, demasiado pronto, habrían de ver lo que puede hacer el pecado en la vida de un muchacho, lo que puede hacerle al
hogar de un muchacho, lo que puede hacerle al corazón de sus padres.
¡Ah, que historia tan triste! Este hermoso bebé, este niño perfecto, el primogénito del primer hombre y de la primera mujer de este mundo, ¡llegó a ser el primer asesino del mundo!