Según la creencia popular, quienes son muy «religiosos» supuestamente están más cerca de Dios y tienen más derecho al cielo. Pero el mensaje a la iglesia de Laodicea (Apoc. 3: 14-22) revela que esta falsa idea puede llegar a ser una de las trampas más engañosas para las personas religiosas.
La trampa es que la «religiosidad» (en general, un enfoque conductual o ceremonial) puede confundirse fácilmente con la verdadera religión (un enfoque más relacional). La palabra «religión», del latín religare, que significa «atar de nuevo», se refiere a la iniciativa de Dios de (re)conectar nuestra relación rota con él. Esta relación se rompió desde el lado humano en el Edén. Desde entonces, el pecado se convirtió en más que una acción. Llegó a ser una condición de la naturaleza humana, que causa separación de Dios (Isa. 59: 2) y, en consecuencia, muerte (Rom. 6: 23).
Por más esenciales que son en una relación con Dios, la religiosidad, el celo y la obediencia estricta no pueden cambiar la condición de separación de Dios. Una persona en este estado de «religiosidad» (que se concentra en la religión pero se pierde a Dios) hasta puede hacer lo correcto aunque prefiera lo que es malo y lleva a la muerte. Así, la religiosidad puede disfrazarse como verdadera religión porque ambas pueden llevar a la observancia celosa de reglas y ceremonias. Para ayudarnos a evitar esta trampa, Dios nos dejó algunas señales para verificar si realmente hemos estado caminando con Jesús.
Quienes se están reconectando con él llevan «mucho fruto» (Juan 15: 8). Este fruto aparece en Gálatas 5: 22 y 23 como comprendiendo nueve características esenciales; la primera es amor, y la última es templanza. La templanza sin el amor que da Dios produce legalismo, pero el amor sin la templanza que da Dios produce gracia barata.
Según Pablo en 1 Corintios 13, la observancia religiosa no trae beneficios sin amor. Santiago vincula el amor práctico y la templanza, indicando que esto es «verdadera religión»: «Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo» (Sant. 1: 27).
Elena G. de White presenta principios importantes sobre cómo vivir el amor práctico para con los menos favorecidos (El ministerio de la bondad, caps. 22 y 23):
Nadie que pida alimento en nuestra puerta debería irse con hambre.
Nuestro interés debería incluir tanto el bienestar espiritual como el temporal. Ocuparnos de un solo aspecto no representa el objetivo de Jesús para ellos.
Es un error dar sin discriminación a todos los que solicitan nuestra ayuda.
El Señor no requiere que sostengamos a quienes no son diligentes, sino que deberíamos manifestar ternura y compasión para con quienes fueron golpeados por una pobreza inevitable.
Si damos atención a quienes no se ayudan a sí mismos, puede ser que alentemos la ociosidad, la incapacidad, la extravagancia y la intemperancia.
El mundo no debe el sostén a nadie que pueda trabajar y ganarse la vida.
Debemos poner a los pobres en situación de ayudarse a sí mismos, en lugar de animarlos a pensar que se les proveerá gratuitamente la comida y la bebida. Se los debe educar para depender de sí mismos.
Las donaciones de dinero y el ministerio institucional no deberían nunca reemplazar el ministerio personal de la bondad.
Prestar atención, tiempo y esfuerzos personales cuesta mucho más que dar dinero, pero es verdadera caridad.
¿Y si Jesús me muestra esta semana que todavía me falta amor o templanza? ¿Estaría dispuesto a entregarle mi vida y a confiar en su bondadosa facultad de producir un cambio en mi corazón y en mi conducta? ¿Invitaría cada día al Espíritu Santo a habitar en mí y a desarrollar en mí confianza y un nuevo corazón?
Lee el texto bíblico de esta semana. ¿A qué parece apuntar?
¿Cómo podemos evitar la trampa laodicense de ser religioso sin tener una conexión real con Cristo?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 1er. trimestre 2023 INVERSO Lección 12 «EL JOVEN RICO: DADORES DEL TIEMPO DEL FIN» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez