¿Por qué el juicio sobre Ananías y Safira fue tan duro? La iglesia primitiva se desmoralizaría si el amor al dinero y la espiritualidad pretenciosa (incluida la generosidad) marcaran a sus miembros. La dadivosidad es una disciplina espiritual fundamental para el crecimiento espiritual, y es motivada y evaluada por el Espíritu Santo. Lleva a una confianza más profunda y a una intimidad más cercana con Dios, y genera una paz que «sobrepasa todo entendimiento» (Fil. 4: 7).
Al mismo tiempo, Satanás usa el temor para evitar que crezcamos en confianza en Dios. Pablo indica que el «temor de la muerte» nos puede llevar a ser «sujetos a servidumbre» (Heb. 2: 15). Por temer a «la muerte» (o a la pérdida) de nuestra vida emocional o de nuestra reputación (por mencionar dos ejemplos) es que somos tentados a pecar. Por tratar de permanecer vivos para este mundo evitamos morir al yo, comemos lo inapropiado (calidad y cantidad) y en el momento inadecuado, desarrollamos relaciones inapropiadas, presumimos ante los demás, etcétera.
La Biblia nos enseña que la única forma de estar verdaderamente vivos es muriendo al yo. Muchas veces, nuestras tendencias naturales, lo que nos parece correcto y deseable, lleva a la muerte (Prov. 14: 12). Pablo entendió la importancia de morir a sus propias preferencias cuando dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gál. 2: 20).
Quienes estén sujetos al «temor de muerte» reciben la invitación a morir a una vida controlada por sí mismos y a vivir una nueva, ahora controlada por el Espíritu Santo. Al quedarse con parte del dinero, Ananías y Safira rechazaron la idea de ser vulnerables y decidieron proveer para sí mismos, en lugar de depender completamente de Dios. Creyeron que al dar todo lo que habían prometido perderían la capacidad de adquirir propiedades o de gratificar sus deseos. Al tomar la decisión de permanecer al control de sus vidas, excluyeron a Cristo del trono del corazón.
También por temor a morir a (o perder) la aptitud o la abundancia, y al negarse a confiar en Dios, algunas personas se niegan a diezmar, o dan un falso diezmo (un porcentaje menor que el requerido por Dios). Generalmente se da un falso diezmo para no ser juzgados por otros que criticarían si no se diezmara. Pero ¿no sabe Dios cuánto ganamos?
Otra manera de permitir que el temor tome el control y de incurrir en el engaño de Ananías y Safira es negarnos a devolver la proporción de nuestros ingresos que prometimos como ofrenda regular. A diferencia del diezmo, que es santo por designación divina, cuando pactamos dar cierta proporción (o porcentaje) de nuestros ingresos, además del diezmo, por cierto tiempo, esa proporción se vuelve santa por el período que pactamos. El dador ya no tiene derecho a esa parte. Usar aquellos fondos que pertenecen a Dios en una emergencia, aun si la intención es devolverlos después, o dar un porcentaje distinto al que se pactó, «no es menos horrible a su vista ahora que en el tiempo de los apóstoles» (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, cap. 7, p. 59).
Lee el texto bíblico de esta semana. ¿A qué parece apuntar? ¿Qué preguntas te surgen?
¿Cómo podemos evitar el «temor de muerte» que lleva al pecado? ¿Qué disciplinas espirituales nos ayudan a desarrollar confianza y escapar al temor?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 1er. trimestre 2023 INVERSO Lección 11 «ANANÌAS Y SAFIRA: LOS DADORES DESLEALES» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez