«La llegada de Elías en el mismo día en que la viuda temía verse obligada a renunciar a la lucha para sustentar su vida, probó hasta lo sumo la fe de ella en el poder del Dios viviente para proveerle lo que necesitaba. Pero aun en su extrema necesidad, reveló su fe cumpliendo la petición del forastero que solicitaba compartir con ella su último bocado. […]
»No podría haberse exigido mayor prueba de fe. Hasta entonces, la viuda había tratado a todos los forasteros con bondad y generosidad. En ese momento, sin tener en cuenta los sufrimientos que pudiesen resultar para ella y su hijo, y confiando en que el Dios de Israel supliría todas sus necesidades, dio esta prueba suprema de hospitalidad obrando “como le dijo Elías”».— Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 169
«Y en pago, se le preservó su vida y la de su hijo. Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran bendición. Él no ha cambiado. Su poder no es menor hoy que en los días de Elías. No es menos segura que cuando fue pronunciada por nuestro Salvador esta promesa: “El que recibe profeta en nombre de profeta, merced de profeta recibirá” (Mat. 10: 41). […]
»A sus siervos fieles de hoy, dice Cristo: “El que a vosotros recibe, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió”. Ningún acto de bondad realizado en su nombre dejará de ser reconocido y recompensado. En el mismo tierno reconocimiento incluye Cristo hasta los más humildes y débiles miembros de la familia de Dios. Dice él: “Cualquiera que dé a uno de estos más pequeños un vaso de agua fría solamente —a los que son como niños en su fe y conocimiento de Cristo—, por cuanto es discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recompensa” (Mat. 10: 40, 42)».— Elena G. de White, Profetas y reyes, cap. 10, p. 87
«De las horas pasadas en comunión con Dios, él [Jesús] volvía mañana tras mañana, para traer la luz del cielo a las personas. Diariamente recibía un nuevo bautismo del Espíritu Santo. En las primeras horas del día, Dios lo despertaba de su sueño, y su alma y sus labios eran ungidos con gracia para impartirla a los demás. Sus palabras le eran dadas frescas de las cortes del cielo, para que las compartiera con el cansado y el oprimido».— Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, cap. 12, pp. 107-108
Luego de estudiar el capítulo de esta semana, ¿qué debe cambiar en tu vida devocional?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 1er. trimestre 2023 INVERSO Lección 9 «LA VIUDA FENICIA: LA DADORA CONFIADA» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez