«El verdadero amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo, para que nosotros fuéramos perdonados por medio de su sacrificio». 1 Juan 4:10, TLA
EL AMOR DE Dios era el tema de Cristo cuando hablaba de su misión y de su obra. «Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar» (Juan 10: 17). Mi Padre los ama a ustedes con un amor tan ilimitado, que me ama a mí más porque he dado mi vida para redimirlos. Él los ama, y me ama a mí más porque yo los amo, y doy mi vida por ustedes. […] Los discípulos entendieron bien ese amor cuando vieron a su Salvador sufrir vergüenza, reproches, desconfianzas y traición, cuando vieron su muerte en la cruz del Calvario. Este es un amor cuya profundidad nadie puede sondear. A medida que los discípulos lo comprendieron, a medida que su percepción se aferró de la compasión divina, comprendieron que hay un sentido en el cual los sufrimientos del Hijo fueron los sufrimientos del Padre. […]
Cuando nuestro Redentor consintió en tomar la copa de amargura a fin de salvar a los pecadores, su capacidad de sufrir fue la única limitación para sus sufrimientos. […] Al morir en nuestro favor, pagó el equivalente a nuestra deuda. Así quitó de Dios toda acusación de haber disminuido la culpabilidad del pecado. Él dice: Por virtud de mi unión con el Padre, mis sufrimientos y mi muerte me capacitan para pagar el castigo del pecado. Por mi muerte, se elimina una restricción de su amor. Su gracia puede actuar con eficacia ilimitada.— The Youth’s Insructor, 16 de diciembre de 1897.
Cristo es nuestro Redentor. Es el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Es la fuente en la cual podemos ser lavados y limpiados de toda impureza. Es el costoso sacrificio hecho por la reconciliación de la humanidad. El universo celestial, los mundos no caídos, el mundo caído y la confederación del mal no pueden decir que Dios podía hacer más por la salvación de los seres humanos de lo que ha hecho. Nunca se podrá mejorar su dádiva, nunca él podrá superar esa muestra de amor. El Calvario representa su obra cumbre. Les corresponde a los seres humanos responder a ese gran amor, haciendo suya la gran salvación que la bendición del Señor ha posibilitado para ellos.— Ibid., 17 de octubre de 1895.