Nadie puede reducir tanto nuestra influencia como nosotros mismos cuando cedemos ante nuestro mal humor. El que es malhumorado por naturaleza, no sabe lo que es la verdadera felicidad, y rara vez está contento. Siempre espera llegar a una situación más favorable o cambiar su entorno para tener paz y reposo mental. Parece que su vida estuviera bajo el peso de cruces gravosas y muchas dificultades; en cambio, si hubiera dominado su mal humor y le hubiese puesto freno a su lengua, se podría haber evitado muchas incomodidades. Es la “blanda respuesta” la que “quita la ira”. Proverbios 15:1. La venganza jamás ha vencido a un enemigo. Un temperamento bien controlado ejerce una buena influencia sobre todo lo que lo rodea; pero “como ciudad destruida y sin murallas es el hombre que no pone freno a su espíritu”. Proverbios 25:28.—Testimonies for the Church 4:367, 368 (1879).
Es más fácil reprender delante de una multitud
Expresar sentimientos de reprensión en una gran reunión, dirigiéndose a todos, es mucho peor que ir a las personas que han hecho mal y reprenderlas personalmente. El carácter ofensivo de este discurso severo, intolerante y denunciador en una gran reunión, es más grave a la vista de Dios que dirigir una reprensión personal e individual, peor aún cuando mayor es el número de oyentes y más general la censura. Es siempre más fácil dar expresión a los sentimientos ante una congregación, porque hay muchos presentes, que ir a los que yerran, y cara a cara con ellos presentarles abierta, franca y llanamente su mala conducta. Pero introducir en la casa de Dios resentimientos contra los individuos, haciendo sufrir a todos los inocentes como culpables, es una manera de trabajar que Dios no aprueba y que hace más daño que bien.—Joyas de los Testimonios 2:118 (1880).
Demasiado a menudo ha ocurrido que se han pronunciado delante de la congregación discursos llenos de crítica y denuncia. No fomentan un espíritu de amor en la hermandad. No tienden a convertirlos en espirituales, ni a llevarlos a la santidad y al cielo, sino que despierta en sus corazones un espíritu de amargura. Esos sermones tan enfáticos, que hacen pedazos a los hombres, a veces son positivamente necesarios para despertar, alarmar y convencer. Pero a menos que sea evidente que hayan sido dictados por el Espíritu Santo, hacen mucho más mal que bien.—Testimonies for the Church 3:507, 508 (1880).
MENTE CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO #2 SECCIÓN #11: LOS PROBLEMAS EMOCIONALES Capítulo 56: LA IRA Por: Elena G De White Colaboradores: Liseth Orduz & América Lara