«El día del Señor vendrá como ladrón en la noche. Entonces los cielos pasarán con gran estruendo, los elementos ardiendo serán deshechos y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas» (2 Pedro 3:10, RV95).
¿Alguna vez has estado en un edificio en llamas? Si es así, sabes cómo se sintieron las personas que estaban dentro del Teatro Iroquois de Chicago la tarde del 30 de diciembre de 1903.
El teatro había abierto sus puertas apenas unas cuantas semanas antes. Tenía tres alturas para el público, una gran escalera, un ascensor para los actores, cinco camerinos y capacidad para 1,600 espectadores. Oh, y una cosa más: se decía de el que había sido construido «totalmente a prueba de incendios». Desafortunadamente, no tenía el equipo necesario en caso de que alguna vez hubiera un incendio. De acuerdo con el Departamento de Bomberos de la ciudad, el teatro no tenía aspersores, alarma de incendios, ni teléfono. Lo único que había era seis extintores. Cuando el inspector de incendios mencionó esto en su informe, le dijeron que no se preocupara, que el teatro contaría «con su propio vigilante». Famosas últimas palabras, ¿no te parece?
Aquel día, el teatro tenía más espectadores de su capacidad. Más de 2,000 personas habían entrado y muchas estaban de pie en los pasillos. Y para empeorar las cosas, un gran porcentaje de los presentes eran niños, puesto que estaban de vacaciones y no había escuela. Durante el show de la tarde, un foco del escenario entró en cortocircuito y prendió fuego al telón. Ese fuego se extendió a los palcos de arriba, y de ahí al techo. La gente intentó abandonar el teatro, pero varias cosas se lo impidieron: las puertas de salida se abrían hacia adentro, y con la gente apretándose, no las pudieron abrir; no había señales de salida de emergencia; los empleados del teatro nunca habían practicado un simulacro; y algunas puertas de salida estaban cerradas con llave. También había puertas de hierro en las escaleras, pero estaban cerradas para que la gente no subiera por allí hacia los palcos. Varias puertas ornamentales, de lo más bonitas, eran callejones sin salida. Como el público no lo sabía, intentaron escapar por ellas, para encontrarse más atrapados aún de lo que ya estaban.
Murieron 600 personas, la mayoría aplastadas y por inhalación de humo. Esta catástrofe fue la peor en cuanto al número de vidas perdidas en un solo edificio. Fue muy triste; y más triste aún es pensar que se podía haber evitado. Los «expertos» se burlaron de la advertencia del inspector, y así sucedió una tragedia que nunca debió haberse producido. Algún día, Jesús volverá y el mundo será destruido por las llamas. Y como al público presente en el Teatro Iroquois de Chicago, a la mayoría de la gente los tomará de sorpresa. No permitas que eso te pase a ti.
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Tomado de: Lecturas Devocionales de Adolescentes 2022
“UN SALTO EN EL TIEMPO”
Por: BRADLEY BOOTH
Colaboradores: Ely Agustin & Antonia Hernández
