«Así que, sea que coman o beban o cualquier otra
cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios».
1 Corintios 10:31, NTV
CON LA VISTA PUESTA en la gloria de Dios, debemos darle una atención cuidadosa al tema de lo que comemos y bebemos. Necesitamos la dirección divina aun en los hábitos más comunes de nuestra vida cotidiana, para que no haya pequeñas pérdidas que consuman innecesariamente los recursos, simplemente para la gratificación de los apetitos pervertidos. En el Nuevo Testamento ninguno de los requisitos de Dios pierde su fuerza constrictiva, o relaja en lo más mínimo las obligaciones que debemos cumplir. […] En vez de que los requerimientos de Dios se suavicen en el Nuevo Testamento, se delinean mejor, y el deber se define más claramente. El apóstol dice que «cualquier otra cosa que hagan», incluso en esto del comer y beber, «háganlo todo para la gloria de Dios». La pregunta que puede surgir es: «¿No puedo hacer lo que me plazca? ¿Nunca podré hacer lo que me parezca? ¿No es mío mi cuerpo?». Podemos hacer lo que nos parezca, pero será al precio de la pérdida de nuestra alma, o seguir el camino de Dios y vivir para cumplir un propósito en este mundo y tener vida eterna en el mundo por venir. — Manuscrito 60, 1894, p. 4.
Los que hayan recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y quieran hacer un pacto de sacrificio con Dios, no continuarán satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben que son malsanos. Dios pide que los apetitos se purifiquen y que se practique la abnegación en relación con las cosas que no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes de que su pueblo pueda estar delante de él como un pueblo perfecto. […] Los que diciendo creer en la reforma niegan sus principios en la vida diaria, perjudican su alma y producen una impresión desfavorable en la mente de creyentes y no creyentes. — Testimonios para la iglesia t. 9, pp. 123, 124.
No usemos mal o abusemos de ninguna porción de las facultades que Dios nos ha dado, sean físicas, mentales o morales. Todos nuestros hábitos han de ser puestos bajo una mente que esté ella misma bajo el control de Dios. — Carta 103, 1897, p. 4.