El animismo se considera normalmente como la creencia de que un espíritu o esencia reside en todas las cosas, animadas e inanimadas, materiales e inmateriales. Este concepto tan amplio se extiende a los accidentes geográficos e incluso a las fuerzas de la naturaleza. El animismo subyace como base de algunas de las llamadas religiones primitivas que adoran, o consideran sagrados, los ríos, los árboles, las montañas y los animales. Tal vez la más antigua de todas sea el culto al propio sol, o el culto al sol como representante de alguna deidad. Ya sea el sol, la luna, las estrellas, las rocas, las montañas, los ríos, los animales o las fuerzas de la naturaleza (los relámpagos), estos son rasgos o expresiones de la naturaleza: la creación.
Las tres grandes religiones monoteístas (que creen en un Dios) no practican el animismo. Estas son el cristianismo, el judaísmo y el Islam.
El primer mandamiento directamente se opone al animismo: «No tengas otros dioses aparte de mí» (Éxodo 20: 3). Esta prohibición es apoyada con más detalle en el segundo mandamiento: «No te hagas ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni les rindas culto» (Éxodo 20: 4-5). Nada en la creación debe ser adorado. Expresado de otra manera, el mensaje de la Biblia es que nada de lo creado debe adorarse.
La redacción del segundo mandamiento hace, en parte, un eco al cuarto mandamiento, en donde se describe a Dios como quien hizo «el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos» (Éxodo 20: 11). El mandamiento del sábado, que diferencia al Creador de la creación, es la defensa designada por Dios contra la adoración idolátrica. El animismo es imposible cuando el sábado se entiende y se observa apropiadamente. Respecto a los israelitas, Elena G. de White escribió: «Mientras guardaban el sábado con el espíritu adecuado, no podía existir la adoración de ídolos» (Royalty and Ruin, Nampa, Idaho: Pacific Press, 2008, p. 64). Esta segunda afirmación es aún más contundente: «Si el sábado se hubiera santificado siempre, jamás habrían podido existir ateos ni idólatras» (Patriarcas y profetas, cap. 28, p. 306).
Hay que tener en cuenta que el culto a los ídolos se extiende más allá de las cosas de la naturaleza, ¡hasta el mismo reino de las ideas! Elena G. de White, que a menudo se refiere al domingo como el día de reposo idolátrico, afirma: «Es tan fácil hacer un ídolo de las falsas doctrinas y teorías como tallar un ídolo de madera o piedra» (El conflicto de los siglos, cap. 37, p. 570). Si esto es así, entonces no hay ídolo más popular hoy en día que la santidad dominical. Con esto, Satanás acabará por cegar a casi todo el mundo.
Recuerda el día de reposo para santificarlo: una defensa divinamente ordenada contra la idolatría y el engaño mortal.
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Si bien es cierto que debemos santificar el sábado, ¿de qué manera el sábado nos guarda?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2022. 2do. trimestre 2022 INVERSO Lección 12 «DÍA DE DELICIA» Colaboradores: Israel Esparza y Mayra Cota