Los jóvenes deben aprender muchas lecciones, y la más importante de ellas es aprender a conocerse a sí mismos. Deberían tener ideas correctas de sus obligaciones y responsabilidades hacia sus padres y estar continuamente aprendiendo a ser mansos y humildes de corazón en la escuela de Cristo. Aunque han de honrar y amar a sus padres, también tienen que respetar el juicio de los hombres de experiencia con quienes se relacionan en la iglesia.
Un joven que goza de la sociedad y gana la amistad de una señorita, sin que lo sepan los padres de ella, no actúa en forma noble y cristiana hacia ella o sus padres. Mediante comunicaciones y encuentros secretos puede obtener influencia sobre la mente de ella; pero al hacerlo deja de manifestar esa nobleza e integridad que cada hijo de Dios debe poseer. Para cumplir sus propósitos, actúan en forma que no es franca y abierta ni de acuerdo con las normas bíblicas, y se demuestran desleales a los que los aman y tratan de ser sus fieles protectores. Los casamientos realizados en estas circunstancias no están en armonía con la Palabra de Dios. El [joven] que quiere apartar a una hija del sendero del deber, que confunde las ideas de ella con respecto al claro y positivo mandato de Dios de obedecer y honrar a sus padres, no será fiel a sus obligaciones matrimoniales.—The Review and Herald, 26 de enero de 1886; Fundamentals of Christian Education, 101, 102.
NO JUGAR CON LOS CORAZONES
Jugar con los corazones es un crimen no pequeño a la vista de un Dios santo. Y sin embargo hay quienes manifiestan preferencia por ciertas jóvenes y conquistan sus afectos, luego siguen su camino y se olvidan por completo de las palabras que pronunciaron y de sus efectos. Otro semblante los atrae, repiten las mismas palabras y dedican a otra persona las mismas atenciones.—The Review and Herald, 4 de noviembre de 1884; El hogar adventista, 48 (1894).