La paciencia es una cualidad esencial de un cristiano, sea quien sea. Pablo anima a los creyentes a «revestirse» de paciencia, y la menciona como uno de los frutos fundamentales del Espíritu (ver Col. 3: 12; Gál. 5: 22).
Además de la necesidad de la paciencia común, hay ciertas circunstancias que requieren de una paciencia excepcional.
Paciencia cuando las circunstancias están fuera de nuestro control. Santiago usa el ejemplo de un campesino que espera «la preciosa cosecha, tiene que aguardar con paciencia las temporadas de lluvia» (Sant. 5: 7). Se puede decir que hay muy pocas cosas que un agricultor puede controlar sobre sus cultivos. Aparte de labrar la tierra y plantarla, hay que esperar mucho. El agricultor no puede hacer germinar las semillas a la fuerza, como tampoco puede hacer que las nubes arrojen lluvia. Puede esperar, orar y velar. Pero no puede hacer que suceda.
La paciencia a veces parece muy pasiva. Requiere confiar en alguien o en algo, y mantener la calma en lugar de buscar desesperadamente tener el control. A veces, lo más desesperante de la paciencia es que no hay más nada que se pueda hacer que ser pacientes.
Paciencia cuando la gente no cambia. Los profetas de la antigüedad son uno de los mejores ejemplos de paciencia persistente. Los libros de Isaías y Jeremías (así como de Oseas, Amós y muchos otros) están llenos de las súplicas de Dios hacia una nación testaruda. Las analogías de la vida real, las historias y metáforas complicadas y las súplicas llenas de lágrimas de los profetas muchas veces no hicieron nada para conmover el corazón de su pueblo. Y aun así, Dios envió más, y luego envió a su Hijo.
La paciencia a veces parece dolorosamente activa. Requiere hacer lo que Dios nos ha pedido, incluso cuando los resultados no se materializan como se esperaba. Implica intentarlo una y otra vez con un servicio abnegado y perseverante, por amor a alguien que no es uno mismo.
Paciencia cuando nuestra experiencia es inexplicable. Job es un libro extenso que habla de la extraña experiencia de un hombre que ama a Dios. Aunque los lectores reciben el contexto adicional de las conversaciones entre el diablo y Dios sobre Job, no todas las preguntas reciben respuesta. Además, es posible que Job ni siquiera se haya enterado de esa parte de la historia, o al menos que no la supiera mientras experimentaba los capítulos más oscuros. Sin embargo, se mantuvo fiel a Dios. No ocultó sus preguntas más amargas y sus angustias, pero se negó a aceptar una teología defectuosa por parte de sus amigos, o la recomendación de su esposa de que maldijera a Dios, o incluso la sugerencia de que secallara.
La paciencia a veces es dolorosa. La experiencia de esperar y no saber por qué desgarra las fibras del corazón. A veces, las respuestas vienen con una claridad tranquilizadora más adelante; pero a veces solo se puede esperar que lleguen en el momento en que Dios proporcionará todas las respuestas. Los creyentes necesitan paciencia con Dios porque Dios pinta en un lienzo más grande que el que la vista humana puede ver.
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