«Vigilen y oren para que no caigan en tentación». Marcos 14: 38, NVI
LAS TENTACIONES pueden rodearnos, pero estaremos a salvo mientras no caigamos en ellas. Muchos somos vencidos por Satanás porque caminamos directamente hacia la tentación. […] Es nuestro deber mantenernos alejados de cada persona y cada cosa que tienda a conducirnos lejos del deber y a separar nuestra mente de Dios. […] El hecho de que nos veamos obligados a frecuentar la sociedad de los que están en el mal, no significa que vamos a entrar a enredarnos en su mal. Mediante la oración y la vigilancia, podemos permanecer incontaminados por las manifestaciones malignas que hay a nuestro alrededor.— Carta 16, 1867.
«Vigilen y oren» es una orden a menudo repetida en las Escrituras. En la vida de los que obedezcan esta orden, habrá una subcorriente de felicidad, que bendecirá a todos aquellos con quienes traten. Los que tienen una disposición agria e irritable, se volverán buenos y amables; los orgullosos se volverán mansos y humildes.— Mente, carácter y personalidad, t. 2, cap. 67, p. 260.
Nadie puede ser cristiano a menos que sea un cristiano despierto. El que vence ha de velar porque por medio de embrollos mundanales, el error y la superstición, Satanás se esfuerza por ganarse a los seguidores de Cristo. No basta que evitemos los peligros patentes y el proceder arriesgado. Hemos de mantenernos al lado de Cristo, andando por el camino de la abnegación y el sacrificio. Estamos en terreno del enemigo. El que fue echado fuera del cielo ha descendido con gran poder. Valiéndose de todos los artificios y estratagemas posibles, procura llevar cautivas a las almas. A menos que estemos en vela, fácilmente seremos presa de sus innumerables engaños.— Testimonios para la iglesia t. 8, p. 107.
La Palabra de Dios nos advierte que tenemos muchos enemigos, no declarados y abiertos, sino enemigos que vienen con palabras suaves y hermosos discursos, y que engañarán si es posible a los mismos escogidos. Así viene Satanás. Y sin embargo, cuando conviene a sus propósitos, aparece como león rugiente, buscando a quien devorar. La Voluntad del ser humano, a menos que se mantenga en sujeción a la voluntad de Dios, estará tan pronto del lado del enemigo como del lado del Señor. Por lo tanto, velemos en oración; velemos y oremos siempre.— Carta 5, 1903, pp. 5, 6.