Abrahán había notado los resultados que desde los días de Caín hasta su propio tiempo dieran los casamientos entre los que temían a Dios y los que no le temían. Tenía ante los ojos las consecuencias de su propio matrimonio con Agar y las de los lazos matrimoniales de Ismael y de Lot. La falta de fe de Abrahán y de Sara había dado lugar al nacimiento de Ismael, mezcla de la simiente justa con la impía. La influencia del padre sobre su hijo era contrarrestada por la de los idólatras parientes de su madre, y por la unión de Ismael con mujeres paganas. Los celos de Agar y de las esposas que ella había elegido para Ismael, rodeaban a su familia de una barrera que Abrahán trató en vano de romper.
Las anteriores enseñanzas de Abrahán no habían quedado sin efecto sobre Ismael, pero la influencia de sus esposas determinó la introducción de la idolatría en su familia. Separado de su padre, e irritado por las riñas y discordias de su familia destituida del amor y del temor de Dios, Ismael fue incitado a escoger la vida de salvaje merodeo como jefe del desierto, y fue “su mano contra todos, y las manos de todos contra él”. Génesis 16:12. En sus últimos días se arrepintió de sus malos caminos, y volvió al Dios de su padre, pero quedó el sello del carácter que había legado a su posteridad. La nación poderosa que descendió de él, fue un pueblo turbulento y pagano, que de continuo afligió a los descendientes de Isaac (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 171, 172).
Así como la Biblia presenta dos leyes, una inmutable y eterna, la otra provisional y temporaria, así también hay dos pactos. El pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También les prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.
Este mismo pacto le fue renovado a Abrahán en la promesa: “En tu simiente serán benditas todas las gentes de la tierra”. Génesis 22:18. Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la entendió Abrahán (Véase Gálatas 3:8, 16), y confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 386, 387).
Abraham era un hombre favorecido por Dios. El Señor dijo: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio”. Génesis 18:19. Abraham fue honrado por Dios porque cultivó la religión en la familia e hizo que el temor de Dios penetrase en toda su casa. Es Dios quien dice: “Yo sé que él mandará”, es decir, que de su parte no habrá traición del cometido sagrado; no cederá ante nadie, sino ante Dios; hay una ley, y Abraham la guardará; ninguna emoción ciega empañará su sentido del bien ni se interpondrá entre Dios y las almas de sus hijos; ese tiempo de indulgencia, que es la crueldad más atroz, no hará que Abraham se extravíe (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 516).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022. 2nd Trimestre 2022 »EL GÉNESIS« Lección 8: «“ LA PROMESA»» Colaboradores: América Lara & Jacqueline Lora