«Por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres». Hechos 24: 16, RV95
EN LA PALABRA DE DIOS leemos que hay buenas y malas conciencias. […] Lleven su conciencia a la palabra de Dios y vean si su vida y su carácter están en armonía con la norma de justicia que Dios ha revelado allí. Ustedes pueden entonces decidir si tienen una fe inteligente o no, y qué clase de conciencia es suya. Uno no puede confiar con la conciencia de los seres humanos a menos que esté bajo la influencia de la gracia divina. Satanás se aprovecha de la conciencia no iluminada, y por ella conduce a los hombres a toda clase de engaños, porque no han hecho de la Palabra de Dios su consejera. […]
No basta que el se humano se considere seguro siguiendo los dictados de su conciencia. […] La cuestión que debe aclararse es esta: ¿Está la conciencia en armonía con la palabra de Dios? Si no lo está, sus dictados no pueden seguirse con seguridad, porque engañarán. La conciencia debe ser esclarecida por Dios. Hay que dedicar tiempo al estudio de las Escrituras y la adoración. Así la mente será afirmada, fortalecida y arraigada.- Mente, carácter y personalidad, t. 1, cap. 34, p. 321.
Es el privilegio de cada uno vivir de una manera que Dios pueda aprobar y bendecir. Cada uno puede estar en comunión con el cielo. No es la voluntad del Padre celestial que se cultiven sentimientos de condenación y oscuridad. No agrada a Dios que uno mismo se desmerezca. Se debe, en cambio, cultivar el respeto propio y vivir de tal manera que Dios, los ángeles y la propia conciencia puedan aprobarlo. […] Es nuestro privilegio ir a Jesús, ser limpiados por él, y estar ante la ley sin remordimientos ni vergüenza. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu» (Rom. 8: 1). Aunque la Palabra aconseja no tener «más alto concepto de sí que el que debe tener» (Rom. 12: 3), a la vez no condena un concepto apropiado del respeto propio. Como hijos e hijas de Dios debiéramos ser conscientes de nuestra dignidad de carácter, sin dar lugar al orgullo o la exaltación propia.- Hijas de Dios, cap. 12, p. 140.
Una conciencia libre de ofensas hacia Dios y los hombres es una adquisición maravillosa.- Mente, carácter y personalidad, t. 1, cap. 34, p. 318.