«¡Que Dios me pese en la balanza de la justicia Y reconocerá mi integridad!». Job 31: 6
LA VERDADERA MEDIDA lo es todo. Es la verdadera ley de Dios. Él abarca con su ley hasta el menor de los actos y transgresiones de los seres humanos, para que estos, al aprenderla y vivirla, puedan ser elevados, ennoblecidos y santificados en su corazón y sus afectos, para que puedan ser fieles hasta en lo más mínimo.- Manuscrito 62, 1896, p. 7.
Dios pesa los motivos, los propósitos y el carácter. Todos los seres humanos son pesados en las pesas del santuario, y Dios quiere que todos comprendan este hecho. Ana dijo:«Porque Jehová es el Dios que todo lo sabe y a él le toca pesar las acciones» (1 Sam. 2:3). David dijo:« Por cierto, solo un soplo son los hijos de los hombres, una mentira son los hijos de los poderosos; pesándolos a todos por igual en la balanza, serán menos que nada» (Sal. 62:9). Isaías dijo:«El camino del justo es rectitud; tú, que eres recto, allanas el camino del justo» (Isa. 26:7).
El Dios del cielo es verdadero. No hay un motivo en la profundidades del corazón, no hay un secreto en nosotros, no hay un designio que Dios no comprenda plenamente. Pero ¿cuál es la norma de la justicia? La ley de Dios. La ley de Dios está colocada en un platillo de la balanza, su santa ley inmutable cuyos derechos están especificados, que en los primeros cuatro mandamientos exige amor supremo a Dios; y en los últimos seis, amor a nuestros semejantes. «Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón […] y a tu prójimo como a ti mismo» (Luc. 10:27). No debemos apartarnos ni en una coma de esta norma. Dios requiere todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas, y amar «a tu prójimo como a ti mismo». Esto se coloca en un platillo de la balanza, mientras todo carácter individual debe pasar la prueba del peso al ser colocado en el platillo opuesto. Y el carácter de cada ser humano, mediante una justa comparación, queda irreparablemente fijado. […]
¿Será escrito: «Pesado has sido en balanza y hallado falto» (Dan. 5:27)? Ser encontrado falto en el día de Dios será una cosa terrible, por lo tanto, queremos que nuestros motivos y acciones sean examinados estrechamente por la santa ley de Dios. Queremos arrepentirnos de toda transgresión y, como pecadores, aferrarnos de los méritos de Cristo para suplir la deficiencia.- Manuscrito 65, 1886, pp. 13, 14