«No actúen así solo cuando estén mirando, como los que quieren agradar a la gente, sino como siervos de Cristo que de corazón hacen la voluntad de Dios». Efesios 6: 6,RVC
LA LEY DE JEHOVÁ es sumamente amplia. Jesús […] declaró plenamente a sus discípulos que la santa ley de Dios podía ser violada aun por los sentimientos, los pensamientos y los deseos, tanto como por las obras y las palabras. El corazón que ama a Dios sobre todas las cosas, de ninguna manera se sentirá inclinado a estrechar sus preceptos hasta concederles un derecho mínimo, pero el corazón obediente y leal alegremente le rendirá una plena obediencia espiritual cuando la ley sea vista en su poder espiritual. Entonces, los mandamientos se posesionarán del alma con toda su verdadera fuerza. El pecado aparecerá sumamente pecaminoso. […] Ya no habrá más justicia propia, estima propia, honor propio. La seguridad propia habrá desaparecido. EL resultado será una profunda convicción de pecado y aversión hacia sí mismo, y entonces el alma, comprendiendo el peligro que corre, se aferrara de la sangre del Cordero de Dios como su único remedio. […]
Muchos están actualmente engañandose a sí mismos. Restringen los mandamientos de Dios, hacen que estos condenen únicamente los actos exteriores y no consideren como pecado deshonrar a Dios con los pensamientos y los afectos. Se halagan a sí mismos de estar guardando la ley de Jehová, mientras su vida y su carácter, como si estuvieran fotografiados en los libros del cielo, los revelan como tratando de ver cuán lejos pueden ir en dirección de la maldad sin ser tachados de transgresores de la ley de Dios. […]
Todo el que desea alejarse de toda iniquidad […] trabajará por estar al lado del Señor en pensamiento, en palabras y en carácter, obediente a todos sus requerimientos. En lugar de buscar oportunidades para evadirse de la ley de Dios, realizará la interpretación más amplia del extenso alcance de sus mandamientos. […] La obra debe comenzar en el corazón. […] Si el corazón está en armonía con Dios, entonces toda la vida será purificada, refinada, ennoblecida y santificada. […] La religión no es cosa de exterioridades. […] La religión es un asunto del corazón.- Carta 51, 1888, pp. 3-5.