Sara era la primera y la única verdadera esposa de Abrahán. Tenía derechos, como esposa y madre, que nadie más podía tener en el seno de la familia. Reverenciaba a su esposo y lo llamaba señor, pero sentía celos de que sus afectos fueran compartidos con Agar. El Señor no reprendió a Sara por la actitud que asumió. Los ángeles, en cambio, reprendieron a Abrahán por desconfiar del poder de Dios, lo que lo indujo a tomar a Agar por esposa con la idea de que por medio de ella se cumplirían las promesas…
Abrahán… [nada] dijo a Sara acerca de la naturaleza de su viaje, porque sabía cuánto amaba a Isaac, y que ese afecto la induciría a desconfiar de Dios y a no entregar a su hijo. El patriarca no permitió que el amor paternal lo dominara y lo indujera a rebelarse contra Dios. El mandamiento del Señor había sido calculado para sacudirlo profundamente. “Toma ahora a tu hijo”. Y entonces, como para probar un poco más su corazón, añadió: “Tu único, Isaac, a quien amas”; es decir, al único hijo de la promesa, “y ofrécelo allí en holocausto” (La historia de la redención, pp. 82, 83).
La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abrahán no tuvo posesión en la tierra, “ni aun para asentar un pie”. Hechos 7:5. Poseía grandes riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la recibieron. Cuando Abrahán deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que comprarlo a los cananeos. Su única posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva de Macpela (Historia de los patriarcas y profetas, p. 166).
“Mi enfermedad me ha mostrado mi propia debilidad, y la paciencia y amor de mi Salvador y su poder para salvar… Él conoce nuestra debilidad, sabe que nos falta fe y ánimo y sin embargo no nos desecha.
“Yo puedo caer en mi puesto antes que el Señor venga; pero cuando todos los que están en la tumba se levanten, yo veré a Jesús si soy fiel, y seré como él. ¡Oh, qué gozo insuperable ver a Aquel a quien amamos, ver en su gloria a Aquel que nos amó tanto que se dio a sí mismo por nosotros; contemplar aquellas manos que fueron horadadas por nuestra redención, extendidas hacia nosotros para bendecirnos y darnos la bienvenida! ¡Qué importa que tengamos que trabajar duramente y sufrir aquí, si tan solo logramos la resurrección! Esperaremos pacientemente hasta que termine nuestro tiempo de prueba, y entonces elevaremos el cántico alegre de triunfo” (Notas biográficas de Elena G. de White, p. 294).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2022. 2nd Trimestre 2022 »EL GÉNESIS« Lección 7: «“ LA PROMESA»» Colaboradores: América Lara & Jacqueline Lora