«Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada». Juan 15: 5 DHH.
SOMO FINITOS, pero se tomó una medida maravillosa para que estemos estrechamente relacionados con el Infinito. Los seres finitos, desplegando el máximo de sus esfuerzos, pueden hacer muy poco; pero Cristo, obrando a través de la humanidad, puede alcanzar resultados admirables.
Me resulta doloroso percatarme de que puedo hacer muy poco. La esfera limitada de las capacidades humanas me conduce a sentir la realidad de estas palabras de Cristo: «Separados de mí ustedes nada pueden hacer». Muchos han sido dotados con talentos superiores y no los usan, porque no tienen conexión viva con Dios. […] Mis escasos conocimientos y débiles energías me conducen hacia Jesús, y el lenguaje de mi corazón es: «Dios, no puedo hacer nada. Pongo en ti mi alma desvalida, Jesucristo, Salvador mío. Pon tu gracia en mi corazón. Atrae mi mente de debilidad hacia tu fortaleza todopoderosa, de mi ignorancia a tu sabiduría eterna, de mi fragilidad a tu poder perdurable. Hazme comprender correctamente el gran plan de redención. Permite que vea y comprenda lo que Cristo es para mí, y que mi corazón, alma, mente y fuerza han sido comprados por precio. Cristo me ha impartido para que yo pueda impartir a otros. Eleva mi espíritu, fortalece y esclarece mi mente para poder comprender con más claridad el carácter de Dios según está revelado en Jesucristo para poder saber que es mi privilegio ser una participante de la naturaleza divina»
El grande y eterno poder de Dios llena mi mente de asombro, y algunas veces, aun de terror. […] Ojalá yo pueda contemplar a Jesús, lleno de bondad, de compasión y de amor, y contemplar al Señor Dios, y llamarlo por el cariñoso nombre de Padre.
Las grandes luchas de mi propio ser contra las tentaciones, los fervientes anhelos de mi mente y corazón para conocer a Dios y a Jesucristo como mi salvador personal, y para tener seguridad, paz y descanso en su amor, me inducen a desear cada día estar donde los rayos del Sol de Justicia puedan brillar sobre mí.- Manuscrito 41, 1890, pp. 2,3.