Aunque Jesús era perfecto y tenía todo el derecho de juzgar a quienes lo rodeaban, no vino a la tierra a eso. En su conversación con Nicodemo al amparo de la oscuridad de la noche, le explicó que no había venido «al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él» (Juan 3: 17). Tampoco vino a juzgar o cambiar la ley, sino a cumplirla (ver Mat. 5: 17). Desde el principio, la misión y el interés de Jesús fueron muy diferentes a lo que los fariseos de entonces y hoy desearían que fuera.
La forma natural de juzgar que tenemos los seres humanos, derivada del egoísmo, consiste en dañar, vengarnos o criticar motivados por el orgullo. En una ocasión en la que Jesús no fue bienvenido en un pueblo samaritano durante su camino a Jerusalén, los discípulos le recomendaron que hiciera llover fuego del cielo sobre el pueblo como represalia. Pero Jesús los reprendió, diciendo: «Ustedes no saben de qué espíritu son, porque el Hijo del hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas» (Luc. 9: 55, 56, NBLA). Dios juzga de una manera diferente. En lugar de basar sus juicios en el egoísmo, estos brotan de su profundo amor redentor. Cuando Jesús previó la destrucción que le aguardaba a su pueblo, se lamentó de que no hubieran acudido a él para protegerlos (ver Mat. 23: 37). ¡Dios no se deleita en destruir o hacer daño cuando juzga, por muy justificado que eso pudiera estar! El propósito de sus juicios es redimir.
Tampoco los juicios de Jesús son arbitrarios, sino que simplemente buscan traer a la gente a la realidad. Él exhortó a la gente a que se apartara de la religión de los fariseos porque esta ciertamente no los iba a ayudar; solo quedarían más sedientos después de beber de esas cisternas rotas. Señaló la pobreza espiritual de los líderes religiosos para mostrarles su condición, a fin de que pudieran rendirse a Dios y cambiar.
Si Jesús hubiera sido «crítico» al estilo de la humanidad, entonces los recaudadores de impuestos, las prostitutas y los pecadores no habrían acudido en masa a él como lo hicieron. Esta era una de las quejas más constantes de los líderes religiosos contra Jesús: «¿Por qué todas estas malas personas te aman tanto? ¿Y por qué dejas que vengan a ti?» (ver Luc. 15: 1, 2). Simplemente porque todas las enseñanzas, las amonestaciones y la dirección de Jesús provenían de un desbordamiento de su amor. Las únicas personas que se pueden sentir ofendidas por eso son aquellas que eligen no ver su necesidad.
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Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2022. 2do. trimestre 2022 INVERSO Lección 9 «LA IMPORTANCIA DE LO QUE QUIERES» Colaboradores: Estrellita Hernandez y Mayra Cota