Aunque los líderes religiosos de su tiempo estaban decididos a desacreditarlo, Jesús usó su poder e influencia de manera honesta, ya que estos estaban fundados en su identidad inherente: él era y sigue siendo Dios. En vez de blandir su identidad como un arma, él «renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz» (Fil. 2: 7, 8). No convirtió las piedras en pan ni siquiera después de haber ayunado durante cuarenta días (ver Mat. 4: 3, 4). No se liberó de la tortura de la cruz, ni siquiera cuando se burlaron de él por no hacerlo (ver Mar. 15: 31). Siendo Dios, mantuvo la propiedad del «ganado de las serranías», a pesar de que dependía de las bondades de los demás, sin tener siquiera un lugar «donde recostar la cabeza» (Sal. 50: 10; Mat. 8: 20). Jesús es un ejemplo maravilloso de un poder extraordinario que se controla para bendecir y amar a los demás.
En lugar de usar su poder como un medio para obligar a otros a hacer su voluntad, lo usó como una oportunidad para servir y amar a aquellos a quienes la gente evitaba: las prostitutas, los publicanos, los leprosos y toda clase de pecadores (ver Mat. 8: 1-3; 9: 10, 11). Incluso, se tomó el tiempo para curar a un individuo que formaba parte de la turba que lo arrestó, luego de que un discípulo mano suelta con la espada se mostrara demasiado celoso en proteger a su Señor (ver Luc. 22: 51). Él eligió permanecer en la cruz, entregar su vida y volver a tomarla para ser la reconciliación entre el mundo y su Padre (ver Juan 10: 17, 18). A pesar de que tenía más poder del que la mente humana puede comprender, Jesús lo usó exclusivamente para amar.
Cuanto más tenemos, más difícil nos resulta mantener «la cabeza fría». Es por eso que Jesús soportó pruebas de una magnitud que ningún otro ser humano será llamado a soportar. Aunque no seamos tan poderosos como Jesús, y tal vez no seamos tan ricos como algunas personas que suelen exhibirse en las redes sociales, todos los hijos de Dios estamos llamados a usar lo que tenemos para bendecir a otros. Pero esto es algo que no debemos hacer a regañadientes o por nuestros propios medios. Esto se logra únicamente a través del poder que Jesús aseguró a todos los que creen: entregándonos al Espíritu Santo y permitiéndole que obre en nuestro corazón una transformación que es tanto misteriosa como amplia.
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Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2022. 2do. trimestre 2022 INVERSO Lección 10 «LOS MALES DE LAS RIQUEZAS» Colaboradores: Estrellita Hernandez y Mayra Cota