«Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿Qué es esto para tanta gente». Juan 6: 9.
Imagínate que te levantas muy temprano, cuando está amaneciendo.
Tu mamá te dice que escuchó que Jesús va a estar predicando durante el día en una colina cerca de tu pueblo. ¡Qué alegría! Rapidito, le preguntas si puedes ir a escucharlo. Ella te dice que eso es lo que más desea, que tú estés cerca de Jesús. Mientras desayunas, ves que mamá saca del horno unos panes, mientras termina de asar unos peces. Te prepara un pequeño bolso con esa comida por si te da hambre durante el día. Se despiden felices e inicias tu caminata para encontrarte con Jesús.
Caminas bastante y finalmente llegas a la colina. Allí hay miles de personas intentando escuchar al Maestro, deseando ver cómo sana a los enfermos y bendice a algunos niños. Como tú estás solo, avanzas entre la multitud hasta lograr estar cerca de él. Disfrutas de ver con tus propios ojos los milagros y escuchar las maravillas que él predica. Estás emocionado de estar allí aprendiendo cosas nuevas, llenas de sabiduría y amor. Sin embargo, el día ya está por terminar y ves que los discípulos se acercan a Jesús para hablar de algo. ¿Qué será? Por sus rostros, parece algo importante. Luego de un rato ves que los discípulos se giran hacia la multitud y preguntan a la gente si tienen algo de comer.
Tú, que estás atento a cada detalle, piensas rápidamente, y cuando ves que es Jesús el que está solicitando esto, te paras de un salto y corres a ofrecer lo que tienes: los cinco panes y los dos peces. El discípulo Andrés lo recibe con alegría y gratitud y lo lleva hasta Jesús. «Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente» (Lucas 9: 16). ¡Qué maravilloso milagro!
Después de imaginar que tú eres el niño que compartió lo que tenía para comer con Jesús, quisiera preguntarte: ¿Hubieras hecho lo mismo que él? Para que Jesús realizara este milagro, hubo un niño que obedeció la voz del Espíritu Santo hablando a su corazón, animándolo a que compartiera lo que tenía. Recuerda hoy que obedecer puede traer grandes bendiciones, no solo a tu vida, sino también a la de muchos que están a tu alrededor.
Tomado De: Lecturas Devocionales Para Menores 2022. “UN RAYITO DE LUZ PARA CADA DÍA” Por: «Gabriela Ruth Brizuela de Graf Ninayette Galleguidos Treviño Magaly Tuesta Viveros de Alaña Mirta de Samojluk Cinthya Samojluk de Graf» Colaboradores: Uriel Agustin & Karla González.