«Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan». Lucas 11: 13, DHH
CRISTO PROMETIÓ el don de su Espíritu a su iglesia, y la promesa nos pertenece tanto a nosotros como a los primeros discípulos. Pero esta, al igual que otras promesas, también es dada bajo una condición. Hay muchos que creen y profesan pedir el cumplimiento de la promesa del Señor; hablan sobre Cristo y el Espíritu Santo y, sin embargo, no reciben ningún beneficio. No entregan el alma para ser guiada y regida por los instrumentos divinos. No podemos utilizar al Espíritu Santo. El Espíritu Santo ha de usarnos a nosotros. Mediante el Espíritu, Dios obra en su pueblo «el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Fig. 2: 13). Pero muchos no quieren someterse a esto. Quieren gobernarse a sí mismos. Por esto no reciben el don celestial. El Espíritu es dado únicamente a aquellos que esperan con humildad en Dios, los que buscan su dirección y gracia. […]
No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo a un lado el yo, permite que el Espíritu Santo obre en su corazón, y vive una vida plenamente consagrada a Dios. […] Si su pueblo quita las obstrucciones, él derramará las aguas de la salvación en corrientes abundantes, mediante los canales humanos. […]
El Espíritu proporciona la fortaleza que sustenta al alma que lucha y se esfuerza en toda emergencia, en medio de la hostilidad de los parientes, del odio del mundo, de la comprensión de sus propias imperfecciones y errores.
La unión del esfuerzo divino y humano, la estrecha conexión, primero, último y siempre con Dios, la fuente de toda fortaleza; esto es absolutamente necesario.— The Review and Herald, 19 de mayo de 1904.
A Jesús, quien se entregó por entero para la salvación de la humanidad perdida, se le dio el Espíritu Santo sin medida. Así será dado también a cada seguidor de Cristo siempre que le entregue su corazón como morada. Nuestro señor mismo nos ordenó: «Sean llenos del espíritu» (Efe. 5: 18), y este mandamiento es también una promesa de su cumplimiento. Era la voluntad del Padre habitat en Cristo «con toda su plenitud»; y en él «ustedes han recibido esa plenitud» (Col. 2: 9, 10).— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 2, p. 41. #DevocionalVespertino #RadioJovenAdventista #MeditacionesDiarias
Devocional Vespertino Para 2022. «NUESTRA ELEVADA VOCACIÓN» Por: Elena G. de White Colaboradores: Herber Perez & Martha González.