De todo hogar cristiano debe irradiar una santa luz. El amor ha de expresarse en hechos. Necesita manifestarse en todas las relaciones del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este principio, hogares donde se adora a Dios y donde reina el amor verdadero. De estos hogares, mañana y noche, la oración asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío de la mañana.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 140 (1890).
EL CRISTIANISMO EN EL HOGAR BRILLA EN TODAS PARTES
El esfuerzo para hacer del hogar lo que debe ser: un símbolo del hogar celestial, nos prepara para colaborar en una esfera más amplia. La educación obtenida al manifestar tierna consideración unos hacia otros nos permite saber cómo tener acceso a los corazones necesitados de que se les enseñen los principios de la religión verdadera. La iglesia necesita toda la fuerza espiritual que pueda obtener, para que todos, y especialmente los miembros más jóvenes de la familia del Señor, sean guardados con todo esmero. La verdad vivida en el hogar se hace sentir fuera de él en una obra hecha desinteresadamente. El que vive el cristianismo en el hogar será en cualquier parte una luz resplandeciente.—The Signs of the Times, 1 de septiembre de 1898; El hogar adventista, 32, 33 (1894).
LA ELEVACIÓN DE LA HUMANIDAD COMIENZA EN EL HOGAR
La restauración y la elevación de la humanidad empiezan en el hogar. La obra de los padres es cimiento de toda otra obra. La sociedad se compone de familias, y será lo que la hagan las cabezas de familia. Del corazón “mana la vida”. Proverbios 4:23.—El Ministerio de Curación, 269 (1905).