Entre todas las criaturas que Dios había creado en la tierra, no había ninguna igual al hombre. “Después dijo Jehová Dios: “No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él””. Génesis 2:18. El hombre no fue creado para vivir en la soledad; ha de tener una naturaleza sociable. Sin compañía, las bellas escenas y las encantadoras ocupaciones del Edén no hubieran podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun la comunión con los ángeles no hubiera podido satisfacer su deseo de apoyo y compañía. No existía nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de quien ser amado.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 26 (1890).
LA ARMONÍA EN EL HOGAR SOLAMENTE ES POSIBLE POR EL ESPÍRITU DE DIOS
Debemos tener el Espíritu de Dios, o no podremos tener armonía en el hogar. Si la esposa tiene el espíritu de Cristo, será cuidadosa en lo que respecta a sus palabras; dominará su genio, será sumisa y sin embargo no se considerará esclava, sino compañera de su esposo. Si este es siervo de Dios, no se enseñoreará de ella; no será arbitrario ni exigente. No podemos estimar en demasía los afectos del hogar; porque si el Espíritu del Señor mora allí, el hogar es un símbolo del cielo.—El hogar adventista, 102, 103 (1894).
EL CÍRCULO INTERIOR ES SUPREMO
Hemos de usar todas nuestras facultades para Cristo. Esta es la deuda que cada uno tiene con Dios. Al establecer una relación con Cristo, el hombre renovado solamente regresa a su relación original con Dios. Él es un representante de Cristo, y siempre ha de orar y velar en oración. Sus deberes lo rodean, cercanos y remotos. Su primer deber es con sus hijos y sus familiares más cercanos. Nada puede excusarlo de descuidar el círculo interior en favor del círculo exterior mayor.
En el día del ajuste final de cuentas, los padres y las madres tendrán que responder con respecto a sus hijos. Se preguntará a los padres qué hicieron y dijeron para asegurar la salvación de las almas sobre las que ellos mismos asumieron la responsabilidad de traerlos al mundo. ¿Descuidaron a sus corderos, dejándolos al cuidado de extraños? Padres y madres, ¿están ustedes permitiendo que sus hijos crezcan en la impureza y el pecado? Un gran bien hecho a otros no cancelará la deuda que tienen con Dios de cuidar a sus hijos. El bienestar espiritual de su familia está primero. Llévenlos consigo a la cruz del Calvario, trabajando por ellos como quienes tienen que dar cuentas.—Manuscrito 56, 1899.