«¡Ustedes, cautivos que mantienen la esperanza, regresen a su fortaleza! Les digo que voy a darles en bendición el doble de cuanto tuvieron que sufrir».Zacarías 9: 12, DHH
NECESITAMOS EDUCAR EL ALMA para que tome las ricas promesas de Dios y se aferre a ellas. El Señor Jesús sabe que no es posible para nosotros resistir las muchas tentaciones de Satanás sin recibir el poder divino que Dios nos da. Él sabe que si confiamos en nuestra propia fortaleza humana, fracasaremos. Por lo tanto, ha sido tomada toda provisión, para que en cada emergencia y prueba acudamosa la fortaleza. […] Hemos recibido la promesa de labios que no mienten. […] Debemos tener fe individualmente para recibir de él aquello que ha prometido.
Dios será para nosotros todo lo que le permitamos ser. Nuestras oraciones lánguidas y sin entusiasmo no tendrán respuesta del cielo. ¡Necesitamos insistir en nuestras peticiones! Pidamos con fe, esperemos con fe, recibamos con fe, regocijémonos con esperanza, porque todo aquel que pide, encuentra. Seamos fervientes. Busquemos a Dios de todo corazón. La gente empeña el alma y pone fervor en todo lo que emprende en sus realizaciones temporales, hasta que sus esfuerzos son coronados por el éxito. Con intenso fervor, aprendamos el oficio de buscar las ricas bendiciones que Dios ha prometido y, con un esfuerzo perseverante y decidido, tendremos su luz, su verdad y su rica gracia.— Manuscrito 39, 1893, pp. 2, 3.
Clamemos a Dios con sinceridad Y alma anhelante. Luchemos con los agentes celestiales hasta obtener la victoria. Pongamos todo nuestro ser, nuestra alma, cuerpo y espíritu en las manos del Señor, y decidamos ser sus instrumentos vivos y consagrados, movidos por su voluntad, controlados por su mente e imbuidos por su Espíritu.— Manuscrito 24, 1891, p. 27.
Contémosle a Jesús con sinceridad nuestras necesidades. No se requiere de nosotros que sostengamos una larga controversia con Dios, o que le prediquemos un sermón, sino que, con un corazón afligido a causa de nuestros pecados, digamos: «Sálvame, Señor, o pereceré». Para estas almas hay esperanza. Ellas buscarán, pedirán, golpearán y encontrarán. Cuando Jesús haya quitado la carga del pecado que quebranta el alma, experimentaremos la bendición de la paz de Cristo.— Manuscrito 29, pp. 4, 5.