«El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que, si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos». 2 Corintios 5: 14-15
¿QUÉ ES LO ÚNICO SEGURO EN LA VIDA? «La muerte y los impuestos», dirían muchos. Si pudiéramos hacer esta misma pregunta al apóstol Pablo, muy probablemente nos diríamos que lo único seguro en esta vida es el amor de Dios, manifestado en la vida y la muerte de nuestro Señor Jesucristo.
¿Qué ocurrió en la vida de este apóstol para que se convirtiera, del más encarnizado perseguidor de los seguidores de Cristo, en su más ferviente predicador? En algún momento de su vida, Saulo de Tarso entendió que por amor a él Cristo había muerto en la cruz, y ese amor sencillamente se apoderó de su corazón.
¿Apoderarte? Así es como la versión Dios Habla Hoy rinde nuestro texto de hoy: «El amor de Cristo se ha apoderado de nosotros desde que comprendimos que uno murió por todos y que, por consiguiente, todos han muerto (vers. 14). Y no está forzando el sentido porque esta es la idea implicada en «constreñir» (gr. sunéjo): «Presionar desde cada lado»; * «apretar, apremiar». **
Lo que el apóstol nos está diciendo, en otras palabras, es que el incomparable amor de Jesucristo invadió de tal manera su corazón que, literalmente, «lo arrinconó», dejándolo prácticamente sin otra alternativa. «¿Qué otra cosa podía hacer yo ante una manifestación parecida del amor de Dios?», pareciera estar diciendo. Con razón llegó al extremo de decir que todas las cosas que para él eran ganancia, las llegó a considerar como pérdida, «por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Fil. 3:8).
¿Qué cosas eran para él ganancia? «Circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa…» (vers. 5, NVI). Pero todo eso se convirtió en «basura» el día en que el amor del Salvador se apoderó de su corazón.
¿Se ha apoderado del amor de Cristo de tu vida? ¿Se ha «robado» él tu corazón? Si este es el caso, entonces ya no puedes seguir viviendo como antes. Ahora has de vivir para la gloria de Aquel que murió y resucitó por ti. ¿Puede haber un honor, un privilegio, más grande?
Cristo bendito, que, al meditar hoy en tu muerte en la cruz, tu amor se apodere completamente de mi corazón y me impulse a vivir, no para mi gloria personal, sino para la gloria de tu santo nombre.
*AT Robertson, Imágenes de palabras en el Nuevo Testamento, Holman Bible Publishers, 2000, p. 438. ** Comentario bíblico adventista, t. 6, pág. 863.