«De cierto, de cierto les digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago.
Y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre». Juan 14: 12, RVA15
LOS CRISTIANOS deben ser los representantes de Jesucristo; no han de ser hipócritas. ¿Formará el mundo sus opiniones acerca de Dios mediante la conducta de los que solo toman el nombre de Cristo pero no hacen sus obras? Quienes los observan, ¿Señalarán a los que pretenden ser cristianos, pero que no son creyentes de corazón, que traicionan las sagradas creencias y practican las obras del enemigo, diciendo: «Estos son cristianos, y engañan y mienten, y no son confiables»? Estos no son los que representan realmente a Dios. Pero Dios no dejará que el mundo sea engañado. El Señor tiene un pueblo peculiar sobre la tierra y no se avergüenza de llamarlos «hermanos», porque hacen las obras de Cristo. Manifiestan que aman a Dios porque guardan sus mandamientos. Llevan la imagen divina, son un espectáculo para el mundo, los ángeles y los seres humanos. […]
La recompensa, las glorias del cielo derramadas sobre los vencedores, será proporcional al grado en el que hayan representado el carácter de Cristo ante el mundo. «El que siembra escasamente, también segará escasamente» (2 Cor. 9: 6). Gracias a Dios porque es nuestro privilegio sembrar sobre la tierra la semilla que producirá frutos para la eternidad. La corona de vida será brillante o tenue, relumbrará con muchas estrellas o será alumbrada por unas pocas gemas, de acuerdo con lo que haya sido nuestra conducta. Día a día debemos colocar un buen fundamento para que resista en el tiempo por venir. Tendremos acceso a la recompensa del premio mediante la abnegación, por el ejercicio del espíritu misionero, haciendo todas las buenas obras posibles en nuestra vida, procurando representar a Cristo de tal manera en nuestro carácter que logremos ganar muchas almas para la verdad.
De nosotros depende andar en la luz, obtener el máximo de cada oportunidad y privilegio, crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo; así haremos las obras de Cristo y nos aseguraremos tesoros en el cielo.— The Review and Herald, 29 de enero de 1895.