jueves , 15 mayo 2025
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La Oración

Recibir para dar

Parte 3

Uno de los últimos mandamientos que Cristo diera a sus discípulos fue: “Que os améis los unos a los otros: como os he amado”. Juan 13:34. ¿Estamos obedeciendo este mandato, o estamos condescendiendo con rasgos de carácter hirientes y no cristianos? Si de alguna forma hemos agraviado o herido a otros, es nuestro deber confesar nuestra falta y buscar la reconciliación. Esta es una condición esencial para que podamos presentarnos a Dios con fe y pedir su bendición.

Hay otro asunto demasiado a menudo descuidado por los que buscan al Señor en oración. ¿Habéis sido honrados con Dios? El Señor declara mediante el profeta Malaquías: “Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Tornaos a mí, y yo me tornaré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de tornar? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias”. Malaquías 3:7, 8.

Como dador de todas las bendiciones, Dios reclama una porción determinada de todo lo que poseemos. Esta es la provisión que él ha hecho para sostener la predicación del Evangelio. Y debemos demostrar nuestro aprecio por sus dones devolviendo esto a Dios. Pero si retenemos lo que le pertenece a él, ¿cómo podemos pretender sus bendiciones? Si somos mayordomos infieles en las cosas terrenales, ¿cómo podemos esperar que él nos confíe las celestiales? Puede ser que aquí se encuentre el secreto de la oración no contestada.

Pero el Señor, en su gran misericordia, está listo para perdonar, y dice: “Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto… si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará…Y todas las gentes os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos”. Malaquías 3:10-12.

Tal ocurre con todos los demás requerimientos de Dios. Todos sus dones son prometidos a condición de la obediencia. Dios tiene un cielo lleno de bendiciones para los que cooperen con él. Todos los que le obedezcan pueden con confianza reclamar el cumplimiento de sus promesas. Pero debemos mostrar una confianza firme y sin rodeos en Dios.

A menudo él tarda en contestarnos para probar nuestra fe o la sinceridad de nuestro deseo. Al pedir de acuerdo con su Palabra, debemos creer su promesa y presentar nuestras peticiones con una determinación que no será denegada. Dios no dice: Pedid una vez y recibiréis. Él nos ordena que pidamos. Persistid incansablemente en la oración. El pedir con persistencia hace más ferviente la actitud del postulante, y le imparte un deseo mayor de recibir las cosas que pide. Cristo le dijo a Marta junto a la tumba de Lázaro: “Si creyeres, verás la gloria de Dios”. Juan 11:40.

Pero muchos no tienen una fe viva. Esta es la razón por la cual no ven más del poder de Dios. Su debilidad es el resultado de su incredulidad. Tienen más fe en su propio obrar que en el obrar de Dios en favor de ellos. Ellos se encargan de cuidarse a sí mismos. Hacen planes y proyectos, pero oran poco, y tienen poca confianza verdadera en Dios. Piensan que tienen fe, pero es solo el impulso del momento. Dejan de comprender su propia necesidad, y lo dispuesto que está Dios a dar; no perseveran en mantener sus pedidos ante el Señor.

Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes como lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a medianoche. Cuanto más fervorosa y constantemente oremos, tanto más íntima será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada. Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad, y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que “somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9. Hablad y obrad de acuerdo con vuestras oraciones. Significará para vosotros una infinita diferencia el que la prueba demuestre que vuestra fe es genuina, o revele que vuestras oraciones son solo una forma.

Cuando se suscitan perplejidades y surgen dificultades, no busquéis ayuda en la humanidad. Confiadlo todo a Dios. La práctica de hablar de nuestras dificultades a otros, únicamente nos debilita, y no les reporta a los demás ninguna fuerza. Ello hace que la carga de nuestras flaquezas espirituales descanse sobre ellos, y estas son cosas que ellos no pueden aliviar. Buscamos la fuerza del hombre errante y finito, cuando podríamos tener la fuerza del Dios infalible e infinito.

No necesitáis ir hasta los confines de la tierra para buscar sabiduría, pues Dios está cerca. No son las capacidades que poseéis hoy, o las que tendréis en lo futuro, las que os darán éxito. Es lo que el Señor puede hacer por vosotros. Necesitamos tener una confianza mucho menor en lo que el hombre puede hacer, y una confianza mucho mayor en lo que Dios puede hacer por cada alma que cree. Él anhela que extendáis hacia él la mano de la fe. Anhela que esperéis grandes cosas de él. Anhela daros inteligencia así en las cosas materiales como en las espirituales. Él puede aguzar el intelecto. Puede impartir tacto y habilidad. Emplead vuestros talentos en el trabajo; pedid a Dios sabiduría, y os será dada.

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LA ORACIÓN
   CAPÍTULO 31- “RECIBIR PARA DAR
Por: Elena G De White
Colaboradores: Adriana Jiménez & América Lara

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