Notas de Ellen G. White 2021 Para el: 08 agosto
Habiendo oído hablar de la abundante provisión hecha por el rey de Egipto, diez de los hijos de Jacob se trasladaron allá para comprar granos. Al llegar, los llevaron a ver al virrey, y juntamente con otros solicitantes se presentaron ante el gobernador de la tierra. “E inclináronse a él rostro por tierra”…
Al ver a sus hermanos inclinándose y saludándole con reverencias, José recordó sus sueños, y las escenas del pasado se presentaron vivamente ante él. Su mirada penetrante, al examinar el grupo, descubrió que Benjamín no estaba entre ellos. ¿Habría sido él también víctima de la traicionera crueldad de aquellos hombres rudos? Decidió averiguar la verdad…
José deseaba saber si todavía tenían el mismo espíritu arrogante que cuando él estaba con ellos, y también quería obtener alguna información respecto a su hogar; no obstante, sabía muy bien cuán engañosas podían ser las declaraciones que ellos hicieran (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 225, 226).
Los siervos de Cristo no han de actuar según los dictados del corazón natural. Necesitan tener una íntima comunión con Dios, no sea que, bajo la provocación, el yo se levante y ellos dejen escapar un torrente de palabras inconvenientes, que disten mucho de ser como el rocío y como las suaves gotas que refrescan las plantas agostadas. Esto es lo que Satanás quiere que hagan; porque estos son sus métodos. Es el dragón el que se aíra, es el espíritu de Satanás el que se revela en la cólera y las acusaciones. Pero los siervos de Dios han de ser representantes suyos. Él desea que trafiquen únicamente con la moneda del cielo, la verdad que lleva su propia imagen e inscripción. El poder por el cual han de vencer al mal es el poder de Cristo. La gloria de Cristo es su fuerza. Han de fijar sus ojos en su hermosura. Entonces podrán presentar el Evangelio con tacto y amabilidad divina. Y el espíritu que se mantiene amable bajo la provocación hablará más eficazmente en favor de la verdad que cualquier argumento, por enérgico que sea (El Deseado de todas las gentes, pp. 319, 320).
Jesús es nuestra única esperanza. Podemos contemplarlo: Es nuestro Salvador. Podemos confiar en su palabra y depender de él. Sabe exactamente qué clase de ayuda necesitamos, y podemos confiar seguramente en él. Si dependemos únicamente de la sabiduría humana para conducirnos, nos hallaremos en el bando de los perdedores. Pero podemos acudir directamente al Señor Jesús, pues él ha dicho: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Tenemos el privilegio de aprender de Aquel…
Tenemos un auditorio divino al cual presentar nuestras peticiones. Nada nos impida, pues, ofrecer nuestras súplicas en el nombre de Jesús, creyendo con fe inquebrantable que Dios nos escucha y que nos responderá. Llevemos nuestras dificultades a Dios, humillándonos delante de él (Testimonios para los ministros, p. 486, 487).
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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
3rd Trimestre 2021 DESCANSO EN CRISTO«
Lección 7: «“EL DESCANSO, LAS RELACIONES Y LA SALUD”»
Colaboradores: Misael Morillo & Meri Aviña
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