Así en un himno sagrado [el Salmo 51] que había de cantarse en las asambleas públicas de su pueblo, en presencia de la corte, los sacerdotes y jueces, los príncipes y guerreros, y que iba a preservar hasta la última generación el conocimiento de su caída, el rey de Israel relató todo lo concerniente a su pecado, su arrepentimiento, y su esperanza de perdón por la misericordia de Dios. En vez de procurar ocultar la culpa, quiso que otros se instruyeran por el conocimiento de la triste historia de su caída (Historia de los patriarcas y profetas, p. 785)
Tenemos que ir a Dios con fe y derramar nuestras súplicas ante él, creyendo que obrará en nuestro favor y en el de otros a quienes tratamos de salvar. Hemos de dedicar más tiempo a la oración ferviente. Con la confiada fe de un niñito hemos de ir a nuestro Padre celestial para contarle todas nuestras necesidades. Él siempre está listo para perdonar y ayudar. Es inagotable la provisión de sabiduría divina, y el Señor nos anima para que nos sirvamos abundantemente de ella. El anhelo que debiéramos tener de las bendiciones espirituales se describe en las palabras: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Necesitamos que nuestra alma sienta un hambre más profunda de los ricos dones que el cielo tiene para conferirnos. Debemos sentir hambre y sed de justicia.
Ojalá tuviéramos un deseo consumidor de comprender a Dios con un conocimiento experimental, de llegar a la cámara de audiencias del Altísimo con la mano de la fe levantada y dejando caer nuestra alma desvalida delante de Aquel que es poderoso para salvar. Su amante bondad es mejor que la vida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1165).
Jesús, que mora en vosotros, quiere hablar a los corazones que no le conocen. Tal vez no leen la Biblia ni oyen la voz que les habla en sus páginas; no ven el amor de Dios en sus obras; pero si sois verdaderos representantes del Señor Jesús, es posible que por vosotros sean inducidos a conocer algo de su bondad y sean ganados para amarle y servirle.
Los cristianos son como portaluces en el camino al cielo. Tienen que reflejar sobre el mundo la luz de Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y carácter deben ser tales que por ellos adquieran otros una idea justa de Cristo y de su servicio (El camino a Cristo, pp. 115, 116).
Ningún hombre puede impartir lo que él mismo no ha recibido. En la obra de Dios, la humanidad no puede generar nada. Ningún hombre puede por su propio esfuerzo convertirse en un portaluz de Dios… Es el amor de Dios continuamente transferido al hombre lo que lo capacita para impartir luz. En el corazón de todos los que están unidos a Dios por la fe, el áureo aceite del amor fluye libremente, para brillar en buenas obras, en un servicio real y sincero por Dios (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 344, 345).
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Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
3rd Trimestre 2021 DESCANSO EN CRISTO«
Lección 4: «“EL COSTO DEL DESCANSO”»
Colaboradores: Misael Morillo & Meri Aviña