Alegrad vuestro trabajo con cantos de alabanza. Si queréis tener un registro limpio en los libros del cielo, nunca os impacientéis ni rezonguéis. Vuestra oración diaria sea: “Señor, enséñame a hacer lo mejor. Enséñame cómo trabajar más eficientemente. Dame energía y alegría”… Poned a Cristo en todo lo que hacéis. Entonces vuestra vida estará llena de alegría y agradecimiento… Hagamos lo mejor posible, avanzando gozosamente en el servicio del Señor, con nuestro corazón lleno de su felicidad.—Conducción del Niño, 136.
Cristo soportó sin murmurar las pruebas y privaciones de que se quejan muchos jóvenes. Y esta disciplina es la experiencia que necesitan los jóvenes, la que dará firmeza a sus caracteres y los hará como Cristo, fuertes en espíritu para resistir la tentación. Si se separan de la influencia de aquellos que los harían descarriar y corromperían su moral, no serán vencidos por los ardides de Satanás.
Orando diariamente a Dios, recibirán de él sabiduría y gracia para soportar el conflicto y las severas realidades de la vida y salir victoriosos. Solo se puede conservar la fidelidad y la serenidad de la mente mediante la vigilancia y la oración. La vida de Cristo fue un ejemplo de energía perseverante que no se dejó debilitar por el vituperio, el ridículo, la privación o las dificultades.
Lo mismo debería ocurrir con los jóvenes. Si aumentan para ellos las pruebas, deben saber que Dios está probando su fidelidad, Y en el mismo grado en que mantienen la integridad de carácter bajo circunstancias desalentadoras, aumentarán su fuerza, estabilidad y poder para resistir, y se fortalecerán en espíritu.—Mensajes para los Jóvenes, 78.
“Todo maestro necesita orar a diario”
Todo maestro debe recibir diariamente instrucción de Cristo, y debe trabajar constantemente bajo su dirección. Es imposible que comprenda o cumpla correctamente su trabajo a menos que pase mucho tiempo con Dios en oración. Únicamente con la ayuda divina combinada con su esfuerzo ferviente y abnegado, puede esperar hacer su trabajo sabiamente y bien.
El maestro perderá la misma esencia de la educación, a menos que comprenda la necesidad de orar, y humille su corazón delante de Dios. Debe saber orar, y saber qué lenguaje debe usar en la oración. “Yo soy la vid—dijo Jesús—, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:5. El maestro debe permitir que el fruto de la fe se manifieste en sus oraciones. Debe aprender a acudir al Señor e interceder con él hasta recibir la seguridad de que sus peticiones han sido oídas.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 219, 220.
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LA ORACIÓN
CAPÍTULO 14- “LA ORACIÓN DIARIA”
Por: Elena G De White
Colaboradores: Adriana Jiménez & América Lara