“Ven, amor mío, salgamos a las praderas y pasemos la noche entre las flores silvestres” (Cant. 7:11, NTV).
Siempre quise tener una guitarra para ponerme a tocarla y esperar a que llegaran las chicas. Ni siquiera era necesario cantar. Simplemente quería saber tocar algunos acordes, apartarme el cabello de los ojos de manera natural y captar la atención de ellas. Nunca he entendido por qué las chicas sienten tanta atracción por los chicos que tocan la guitarra, pero de que la tienen, la tienen. No todas las chicas, por supuesto, pero definitivamente las suficientes como para que valga la pena.
Una vez tuve un saxofón… hasta que alguien me lo destrozó. Esto último truncó trágicamente mi carrera musical. Terminé vendiéndolo a una tienda de instrumentos usados y con el dinero me fui a visitar a un amigo a Nueva York. A partir de ese momento, me tocó atraer al sexo opuesto haciendo uso de mi confianza propia. El problema es que, aunque “hacerlas reír” me salía bien, era bastante más complicado que el método de sentarme, tocar la guitarra y disfrutar de la admiración femenina.
Y pensar que hay chicos que reciben toda la atención de las muchachas sin siquiera buscarla. No estoy hablando de los chicos atléticos con abdominales de piedra, a los que las chicas se quedan viendo embelesadas mientras caminan por el campus. Me refiero a algunos tipos que tienen un “carisma” especial. Pienso por ejemplo en Floyd, un compañero de mi primer año en la universidad. Nada le hacía perder la compostura. Podía explotar una bomba nuclear en la biblioteca mientras él caminaba hacia ella, y se habría sorprendido momentáneamente, pero luego habría determinado qué hacer en medio de la situación. En una ocasión, mi amigo Tim y yo nos pusimos a analizar el atractivo de Floyd y su capacidad de tener un flujo constante de admiradoras. Tim lo resumió así: “Es que el tipo es gracioso”.
¡Claro! Era gracioso, pero al mismo tiempo espiritual. Hay chicas a las que les encanta eso. Simplemente, uno no tiene que tomarse tan en serio y hay que tratar bien a todos. Nuevamente, es un tema de confianza: la guitarra acústica del alma.
Al parecer, Floyd era especialmente gracioso, con una gracia espontánea; mientras que yo era un tipo gracioso fuera de tono. Unos meses después, conocí a una chica. Diez años después me casé con ella, y nunca aprendí a tocar la guitarra.
Tomado de: Lecturas Devocionales de Adolescentes 2021
“NO SE TRATA DE MÍ, SE TRATA DE TI”
Por: Tompaul Wheeler
Colaboradores: Gisela Barbosa & Antonia H