Los mayores intelectos humanos no pueden comprender los misterios de Jehová que se revelan en la naturaleza. La inspiración divina hace muchas preguntas que no puede contestar el erudito más profundo. Estas preguntas no fueron hechas para que las pudiésemos contestar, sino para llamar nuestra atención a los profundos misterios de Dios y enseñamos que nuestra sabiduría es limitada, que en lo que rodea nuestra vida diaria hay muchas cosas que superan la comprensión de las mentes finitas y que el juicio y el propósito de Dios son inescrutables. Su sabiduría es también insondable.
Los escépticos se niegan a creer en Dios porque sus mentes finitas no pueden comprender el poder infinito por medio del cual él se revela a los hombres. Pero se le ha de reconocer más por lo que no revela de sí mismo que por lo que está abierto a nuestra comprensión limitada. Tanto en la revelación divina como en la naturaleza, Dios nos ha dejado misterios que exigen fe. Así debe ser. Podemos escudriñar siempre, averiguar de continuo, aprender constantemente, y, sin embargo, quedará por delante lo infinito (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 272).
Tenía el alto privilegio de relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Hacedor. Si hubiese permanecido leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido para siempre. A través de los siglos eternos, hubiera seguido adquiriendo nuevos tesoros de conocimiento, descubriendo nuevos manantiales de felicidad y obteniendo conceptos cada vez más claros de la sabiduría, del poder y del amor de Dios…
Pero por su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi borró la semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte. No obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con infinito amor y misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgaba una vida de prueba. La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, hacerle volver a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida.
Honrar a Cristo, asemejarse a él, es la ambición superior de la vida, y su mayor gozo (The Faith I Live By, p. 166; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 168).
Todos los sistemas de filosofía ideados por el hombre han conducido a la confusión y a la vergüenza cuando no se ha reconocido y honrado a Dios. Perder la fe en Dios es terrible. La prosperidad no puede ser una gran bendición para las naciones y los individuos, una vez que se pierde la fe en su Palabra. Nada es realmente grande sino solo lo que es eterno en sus tendencias. . .
Aquel cuya alma está llena del Espíritu de Dios aprenderá la lección de una fe confiada. Toma la Palabra escrita como su consejero y guía, y hallará en la ciencia una ayuda para comprender a Dios (Mensajes selectos, t. 3, p. 355).
Notas de Ellen G. White para la Escuela Sabática 2021.
2. Trimestre 2021 LA PROMESA «EL PACTO DEL DIOS ETERNO«
Lección 1: «“¿QUÉ OCURRIÓ?”»
Colaboradores: Esther Jiménez & Meri Ruiz