“Es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que él nos había preparado de antemano” Efe. 2:10
El primer documento oficial que recibimos al nacer es el certificado o acta de nacimiento; este papel nos dice que existimos, cómo nos llamamos, quiénes son nuestros padres y cuál es nuestro sexo. En otras palabras: nos da identidad.
Alrededor de los nueve meses de vida, quizá por primera vez, tenemos un encuentro con nuestro “yo”, cuando nos vemos frente a un espejo. A medida que crecemos, vamos reafirmando esa identidad a través de lo que vivimos cotidianamente en el entorno donde nos movemos. Saber quiénes somos genera bienestar y nos da la seguridad que necesitamos para ser nosotras mismas en nuestra cotidianidad. Desgraciadamente, muchos hombres y mujeres, especialmente los más jóvenes, no tienen claro quiénes son y viven como veleros, de allá para acá, buscando su “yo” en la identidad de otros. Muchas señoritas quieren ser y vivir imitando a las artistas de moda o a las modelos de las revistas. Usan ropas estrafalarias sin preguntarse si les sientan bien; lo único que les importa es estar a la moda y ser el centro de atención. Asumen actitudes desfachatadas queriendo parecer actualizadas y de mente abierta.
Si eres joven, sé que enfrentas día a día la presión del grupo; las llamadas nuevas “culturas” intentan arrastrarte hacia comportamientos que, sin que te des cuenta, roban tu identidad, hasta que te sientes perdida en un mar de voces que te llama hacia una vida regida por el libertinaje. Por favor, no olvides que tu identidad fue definida en el Cielo, cuando Dios te creó. Es necesario que cada día te conectes con tu origen. Al hacerlo, no solo reafirmarás quién eres, sino que también sabrás a ciencia cierta a dónde vas.
La ruta de vida de una señorita cristiana no es aburrida y sin emoción, como muchos te quieren hacer creer. Jesús entiende la alegría y el entusiasmo juveniles, y no solo los entiende, sino que los incentiva; él se alegra, ríe, canta y juega contigo. Se emociona y sueña con tus sueños porque él fue como tú, un joven que compartía socialmente con otros, sin olvidar quién era y cuál era su misión. Hoy te toca a ti hacerlo; sé una fuente de gozo para los demás. Vive tu energía juvenil para atraer a tantas chicas sin identidad, perdidas y confundidas en un mar de ideas que nacen hoy y mueren mañana.