“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12).
Pablo dice que cada criatura es llamada a rendir cuentas delante del gran Auditor, de acuerdo con las oportunidades recibidas y aprovechadas. Es verdad que es posible influenciar o ser influenciado, pero la decisión y el rendir cuentas es un asunto personal.
Desmond Doss (1919-2006) fue el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor y uno de los tres únicos con tal distinción. Doss ingresó en el servicio militar el 1º de abril de 1942 en Lee, Virginia (EE.UU.). Se negó a matar a un soldado enemigo o a llevar armas, debido a su fe adventista, aunque estaba dispuesto a servir de otra manera. Esto le valió la burla de sus pares y el castigo de sus superiores.
Doss sirvió con su pelotón en 1944 en Guam y las Filipinas. En mayo de 1945, en el asalto anfibio de los aliados, un batallón de marines fue enviado a tomar una posición sobre el acantilado de Maeda, de 120 metros de altura. Tras escalar aquella pared rocosa, fueron recibidos por un intenso fuego enemigo. Doss veía caer a sus compañeros y, en lugar de refugiarse, logró sacar de aquella ratonera mortal a 75 marines heridos arrastrándolos o cargándolos uno a uno, para luego llevarlos hasta el borde del acantilado, desde donde serían bajados con cuerdas. Durante varios días continuó atendiendo a los heridos, menospreciando el peligro que lo rodeaba. Hasta que fue alcanzado en las piernas por la detonación de una granada.
Cuando estaba a punto de ser evacuado en una camilla, Doss vio a otro soldado herido, y le cedió su lugar. Entonces, recibió un disparo en un brazo. Sin poder pararse, y sin que nadie pudiese ayudarlo, tomó un fusil para entablillar su brazo y arrastrarse hasta el hospital de campaña. Incluso para sus burladores, Doss se convirtió en símbolo de coraje y determinación.
En 1946 contrajo tuberculosis, perdió un pulmón y cinco costillas. Por sobredosis de antibióticos, quedó sordo en 1976 y se lo consideró con 100 % de discapacidad. Recuperó la audición después de recibir un implante en 1988. Doss formó una familia a partir de 1942; enviudó tiempo más tarde, formó una nueva familia, y falleció a los 87 años, en su casa en Alabama.
Elena de White afirma que “se requieren muchos soldados para formar las filas de un ejército; sin embargo, el éxito de este depende de la fidelidad de cada soldado” (Consejos para los maestros, p. 503).
Ni el ambiente hostil y adverso, ni sus limitaciones físicas, fueron impedimento para que Doss viviera su fe con valor y fidelidad, porque cada uno da y dará cuenta personal delante del Señor. No hay una medalla de honor para ti, pero sí la corona de la vida eterna.