Mensaje Para Los Jóvenes Para el: 23 marzo
Se pregunta a menudo: ¿Son las sociedades literarias un beneficio para nuestros jóvenes? Para contestar debidamente a esta pregunta, debemos considerar no solamente el propósito confesado de las tales sociedades, sino la influencia que han ejercido en realidad, según lo demuestra la experiencia. El mejoramiento de la mente es un deber que tenemos para con nosotros mismos, para con la sociedad y para con Dios. Pero nunca debemos idear medios de cultivar el intelecto a expensas de lo moral y lo espiritual. Y es únicamente por el desarrollo armonioso de las facultades mentales y morales como puede alcanzarse la más alta perfección de ambas.
¿Se obtienen estos resultados en las sociedades literarias tal como se las dirige generalmente? Las sociedades literarias están ejerciendo casi universalmente una influencia contraria a la que indica su nombre. Según se conducen generalmente son un perjuicio para los jóvenes; porque Satanás penetra en ellas para poner su sello sobre los ejercicios. Todo lo que hace a los hombres viriles y a las mujeres dignas de ese nombre, es un reflejo del carácter de Cristo. Cuanto menos haya de Cristo en tales sociedades, tanto menos prevalecerá el elemento elevador, refinador y ennoblecedor. Cuando los mundanos dirigen estas reuniones a satisfacción de sus deseos, excluyen el espíritu de Cristo. La mente se aparta de la reflexión seria, se desvía de Dios, de lo real y sustancial, a lo imaginario y superficial. ¡Sociedades literarias! ¡Ojalá que ese nombre expresase su verdadero carácter! ¿Qué es el tamo comparado con el trigo?
Los propósitos y objetos que conducen a la formación de las sociedades literarias pueden ser buenos; pero a menos que la sabiduría de Dios controle estas organizaciones, constituirán positivamente un mal. Se admite generalmente a los irreligiosos y no consagrados de corazón y vida, y con frecuencia se los coloca en los puestos de más responsabilidad. Pueden adoptarse reglas y reglamentos que se consideren suficientes para mantener en jaque cualquier influencia deletérea; pero Satanás, general astuto, obra para amoldar la sociedad de acuerdo con sus planes, y demasiado a menudo tiene éxito con el tiempo. El gran adversario encuentra fácil acceso a aquellos a quienes ha controlado en lo pasado, y por su medio realiza sus propósitos. Se introducen variadas diversiones para hacer las reuniones interesantes y atrayentes para los mundanos, y así los ejercicios de la sociedad llamada literaria, degeneran con frecuencia en representaciones teatrales desmoralizadoras y trivialidades sin sentido. Todas estas cosas satisfacen la mente carnal que está en enemistad con Dios; pero no fortalecen el intelecto ni afirman la moral.
El trato que en estas sociedades tienen con los incrédulos los que temen a Dios no hace santos a los pecadores. Cuando el pueblo de Dios se une voluntariamente con los mundanos y los no consagrados, dándoles la preeminencia, se ve desviado de él por la influencia no santificada bajo la cual se ha colocado. Durante un tiempo breve puede ser que no haya nada grave que objetar, pero las mentes que no han estado bajo el control del Espíritu de Dios no aceptan fácilmente aquellas cosas que tienen sabor a verdad y justicia. Si antes hubiesen tenido inclinación por las cosas espirituales, se habrían colocado en las filas de Jesucristo. Las dos clases están controladas por señores diferentes, y son opuestas en sus propósitos, esperanzas, gustos y deseos. Los seguidores de Jesús hallan placer en los temas serios, sensatos y ennoblecedores, mientras que aquellos que no aman las cosas sagradas no pueden disfrutar de estas reuniones, a menos que lo superficial e irreal constituya un rasgo prominente de los ejercicios. Poco a poco el elemento espiritual queda eliminado por los irreligiosos, y el esfuerzo por armonizar los principios que son antagónicos en su naturaleza resulta un fracaso decidido.
Se ha procurado idear un plan tendiente a establecer una sociedad literaria que beneficiase a todos los relacionados con ella, una sociedad en la cual todos los miembros sintiesen la responsabilidad moral de hacerla lo que debe ser, evitar los males que con frecuencia hacen que estas asociaciones sean peligrosas para los principios religiosos. Personas de discreción y buen juicio, que tengan una relación viva con el cielo, que disciernan las malas tendencias, y que sin dejarse engañar por Satanás, avancen rectamente por la senda de la integridad, manteniendo continuamente en alto la bandera de Cristo, son las que se necesitan para controlar estas sociedades. Una influencia tal exigirá respeto, y hará de estas reuniones una bendición más bien que una maldición.
Si hombres y mujeres de edad madura se unieran con los jóvenes para organizar y dirigir una sociedad literaria tal, podría ser a la vez útil e interesante. Pero cuando estas reuniones degeneran en una ocasión de diversión y risas ruidosas, no son literarias ni elevadoras. Son degradantes para la mente y la moral. La lectura de la Biblia, el examen crítico de los temas bíblicos, los ensayos escritos sobre temas que perfeccionarían el espíritu le impartirían conocimiento, el estudio de las profecías o las preciosas lecciones de Cristo, estas cosas tendrán una influencia que fortalecerá las facultades mentales y acrecerá la espiritualidad. Un conocimiento familiar de las Escrituras aguza la facultad del discernimiento, y fortalece el alma contra los ataques de Satanás.
Pocos comprenden que es un deber ejercer dominio sobre los pensamientos y la imaginación. Es difícil mantener fija en temas provechosos la mente indisciplinada. Pero si no se emplean debidamente los pensamientos, la religión no puede florecer en el alma. La mente debe preocuparse con cosas sagradas y eternas, o albergará pensamientos triviales y superficiales. Tanto las facultades intelectuales como las morales, deben ser disciplinadas, y por el ejercicio se fortalecerán y mejorarán…
Tanto el intelecto como el corazón, deben ser consagrados al servicio de Dios. El tiene derecho sobre todo lo que hay en nosotros. El seguidor de Cristo no puede participar en complacencia o en empresa alguna, por inocente y loable que parezca, que una conciencia iluminada le señale como capaz de disminuir su ardor o reducir su espiritualidad. Cada cristiano debe trabajar para hacer retroceder la marea del mal, y salvar a nuestros jóvenes de las influencias que quisieran arrastrarlos a la ruina. Dios nos ayude a avanzar contra la corriente. Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana
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Libro Mensaje Para los Jóvenes
Sección 13—RECREACIÓN Y DIVERSIÓN—Capítulo 134—
Por: Elena G De White
Colaboradores: Liseth Orduz & América Lara
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