“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gál. 6:9).
En la terminal de ómnibus de una ciudad cercana hay una oficina para el envío de encomiendas. Cuando llegué al lugar donde estaba guardada la caja que me habían enviado, el hombre que me atendió estaba muy malhumorado. Trataba de forma áspera a sus empleados y estaba claramente molesto por mi llegada. Mientras revisaba la ficha donde estaban mis datos, imaginé que estaba pasando por alguna situación difícil y lamenté haberme olvidado los libros misioneros que había separado para llevar de regalo.
Hacía días venía orando por esa caja y tenía miedo de que ya no estuviese ahí, así que a la vez que le agradecía a Dios por haberla cuidado, pedí por este hombre también.
Al día siguiente, tuve que ir a buscar otra caja. Llegué al mismo lugar, pero el hombre estaba más tranquilo. Amablemente le pidió a su empleado que me ayudara y, mientras le agradecía, saqué un libro que esta vez había recordado llevar. Lo tomó entre sus manos, abrió torpemente la tapa y pasó algunas hojas sin mirarlas, porque estaba muy nervioso intentando contener las lágrimas que comenzaban a caer por su rostro. “Gracias. En serio, gracias”, me dijo. “No sabes qué bien me viene. Mi esposa está pasando por un problema muy grave de salud, y…”, llegó a decir antes de que se le quebrara la voz.
Le hablé del amor de Dios, de la promesa de su compañía y de la esperanza que tenemos al creer en él. Le aseguré que estaría orando por ellos, y después de un rato se calmó y comenzó a sonreír otra vez.
¿Cómo iba a saber yo que ese hombre necesitaba tanto una palabra de aliento en ese momento? No lo sabía, pero Dios sabe.
Todos pasamos por momentos difíciles. Un trato nervioso hacia otros puede ocultar una tristeza enorme. Un gesto sencillo de bondad puede descubrir una gran necesidad. Estemos atentos para hacer el bien. En esa misma carta, Pablo les dice a los gálatas que lleven los unos las cargas de los otros (vers. 2).
Dios quiere usarnos todo el tiempo para alcanzar a otras personas porque él… él sí sabe. Puede levantar las pesadas cargas de hombros ajenos por medio de nosotros.
Presta atención a las necesidades ocultas de las personas con las que te relaciones hoy.