La relación de los cristianos con las autoridades gubernamentales es complicada. Por una parte, entendemos que Dios estableció las autoridades que existen y que debemos sujetarnos a ellas (ver Rom. 13: 1). Por otra parte, el gobierno romano trató a los cristianos como ovejas de matadero (8: 35-36). Pablo les tuvo que recordar a los primeros cristianos que debían bendecir a sus perseguidores a pesar de estar sufriendo a manos de ellos (Rom. 12: 14). Debían buscar el bien y no el mal de sus perseguidores a pesar de la persecución (12: 18). En lugar de incitar a la rebelión y la venganza, debían confiar en el futuro juicio de Dios; mientras tanto, podían vencer el mal con el bien (12: 19, 21).
La relación de los cristianos con las autoridades civiles es complicada, porque las creencias opuestas que mantenemos crean tensión. Por ejemplo, nuestra teología está enraizada en la tradición legal del Antiguo Testamento. Por lo tanto, creemos en el gobierno de la ley. También creemos en un Dios que vigila la historia (Job 12: 19; Sal. 75: 6-7; Dan. 2: 21). Además, los cristianos estamos familiarizados con los profetas que a través del Antiguo Testamento criticaron la corrupción de reyes y gobernantes (ver Miq. 3: 9). Así que, ¿cómo podemos poner en sintonía estos principios a la hora de relacionarnos con las autoridades civiles?
Debemos someternos a los gobiernos en la medida de lo posible sin comprometer nuestra lealtad a Dios. Esto significa que debemos pagar nuestros impuestos, así como rendir respeto y honor a nuestras autoridades (Rom. 13: 7). Nada en la Escritura nos excluye de cumplir estas mínimas responsabilidades. Y lo que es más: debemos superar con creces lo mínimo mediante generosos actos de amor (ver Rom. 13: 8) mientras recorremos el camino de la santidad y esperamos el retorno del legítimo rey: el Señor Jesús (13: 11-14).
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Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2021. 1er trimestre 2021 “Carta a los ROMANOS” Lección 11 «UNA VIDA DE AMOR« Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo