Dios ha provisto para todos un placer que puede ser disfrutado igualmente por ricos y pobres: el placer de cultivar la pureza de pensamiento y el desinterés en la acción, el placer que proviene de hablar palabras de simpatía y realizar actos bondadosos.
Los que prestan un servicio tal irradian la luz de Cristo que alumbra las vidas oscurecidas por muchas penas. Testimonios para la Iglesia 9:57.