“Como está escrito: ‘A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí’ ” (Romanos 9:13).
¿Es esto realmente así? ¿Puede Dios amar a uno y aborrecer al otro? ¿Dónde quedan el amor y la justicia del Señor? El diccionario define “aborrecer” como despreciar, detestar, odiar, abominar, reprobar, condenar. Es decir, Dios ¿ama a uno y desprecia, detesta, odia, reprueba, condena al otro? ¡¿Cómo es posible?!
Sin embargo, hay que destacar que la expresión bíblica de ninguna manera significa odio, sino elección. Por ejemplo, Jesús dice que para seguirlo hay que aborrecer padre y madre, y aun la propia vida. Esto no significa odiar a los padres o a uno mismo, sino seguirlo a él antes de todo. Ahora bien, igual seguimos en problemas, porque Dios elige a uno y no a otro, ¿verdad? Entonces, hay que expresar que el texto no se está refiriendo a personas, sino a líderes y a cabezas de dos grupos. Pablo explica la razón por la cual Dios eligió a Jacob y rechazó a Esaú, así como a los dos pueblos que de ellos descendieron: Israel y Edom.
Cuando Dios eligió a Israel como su pueblo, no lo hizo en virtud del odio al otro, sino a fin de usarlo como canal de bendiciones para los otros pueblos. La elección no hace injusto a Dios; más bien, tiene el propósito de extender la bendición a todos. Nadie queda afuera de las oportunidades de salvación, pero Dios escoge los instrumentos para hacerlo. Antes fue Israel, mientras cumplió su propósito. Hoy es la iglesia y tiene que cumplir el objetivo.
No obstante, Éxodo 9:2 dice que fue Dios quien endureció el corazón del Faraón. ¿Qué culpa tiene el Faraón de esto? Aquí debemos recordar que, en la Biblia, a Dios se le atribuye lo que él hace como también lo que él permite. Es decir, él “produce” lo que no impide. El corazón de una persona se endurece porque elige rechazar las oportunidades recibidas por la obra del Espíritu Santo. En cada oportunidad de salvación rechazada se endurece aún más el corazón, y esto la hace responsable de su elección.
El surgimiento de las naciones, su desarrollo y su caída parecen muchas veces depender de su propia voluntad, esfuerzos, ambición o caprichos, pero “en la Palabra de Dios se descorre el velo, y contemplamos detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios” (Elena de White, La educación, p. 157).
Hoy ten la seguridad de que puedes sentirte amado, elegido por Dios, confiado y fuerte para encarar el día, porque aquel que tiene el Universo en sus manos puede tener también tu vida.