“Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien” (2 Tim. 3:16, 17).
La biblia ha sido llamada por muchos “el Libro de los libros”. Es reconocida como el libro más vendido del mundo y ha resistido el paso del tiempo. Los que han intentado eliminarla de la faz de la tierra, solo han logrado promoverla. Lo increíble es que, a pesar de su amplia difusión en todos los rincones del planeta, son muy pocos los que realmente la leen cada día. Otro hecho curioso al respecto es que algunos están convencidos de que la Biblia es un libro que trae buena suerte y, a pesar de no leerla, le dan un lugar especial en sus casas. También es asombroso que en el hogar de muchos creyentes haya más de dos o tres ejemplares de la Biblia pero que pocas veces se leen; sencillamente se deja que acumulen polvo en un rincón de la casa.
Y tú, querida amiga que lees estas líneas, ¿cuántas Biblias tienes en tu casa? Posiblemente cada miembro de tu familia posea un ejemplar, pero esto no es garantía de que lo lean y sigan sus enseñanzas. La Biblia es la Palabra de Dios y debe ser leída con avidez, un poquito aquí y otro poquito allá, como es el consejo, de manera que tengamos una vida terrenal plena y satisfactoria. Y no solo eso, sino que su lectura también nos da a conocer con precisión cuál es nuestro destino final.
La Biblia es el libro que Dios ha dejado para nosotros. No es solo un manual de instrucción para vivir; es también una carta de amor.
En cada una de sus páginas encontramos revelaciones maravillosas de un amor abnegado que sobrepasa la comprensión humana.
Las madres y las esposas encontramos en ella el mejor libro de psicología con instrucciones para tener salud mental. Su lectura nos dice también cómo tener salud física en abundancia. Y, sobre todo, nos revela la personalidad de Dios, serena, amorosa y tierna. Su oído nunca se cierra a nuestras necesidades y sus ojos no dejan de mirarnos, aunque nosotras no podamos verle.
Antes de comenzar el día, quítale el polvo al libro santo que guardas en tu estantería y toma tiempo para hojear sus páginas. Pide entendimiento para recibir el consejo que tiene para ti hoy.