El origen de tal entusiasmo e inspiración no es celestial. Son cosas enteramente de esta tierra. Los ángeles del cielo contemplan tristemente el olvido de aquellos por quienes Cristo ha hecho tanto. Cuando la enfermedad y la muerte sobrevienen a aquellos que han vivido meramente para su placer, descubren ellos demasiado tarde que no tienen aceite en sus lámparas, y que son completamente inaptos para cerrar la historia de su vida.
El tenor de la conversación sostenida en muchas reuniones sociales revela qué es lo que interesa al corazón. La conversación trivial, los chistes tontos, que sólo tienen por objeto provocar risa, no representan debidamente a Cristo. Aquellos que los han expresado no estarían dispuestos a verse frente a frente con una crónica de sus palabras. Los que escuchan reciben una mala impresión, y se arroja una ofensa sobre Cristo. ¡Ojalá los jóvenes cuidasen bien sus palabras, porque por ellas serán justificados o condenados! Recordad que Jesús está a vuestro lado dondequiera que vayáis, observando vuestras acciones y escuchando vuestras palabras. ¿Os avergonzaría oír su voz y saber que él escucha vuestra conversación?
El cristiano que era ferviente y que participa en diversiones mundanas, se halla en terreno peligroso. Ha abandonado la región llena de la atmósfera vital del cielo, y se halla sumergido en una atmósfera de niebla; pues en muchos casos las reuniones de placer y diversión son una ofensa a la religión de Cristo.
El que mantiene su comunión con Dios no puede participar sinceramente de estas cosas. Las palabras que oye no congenian con él, pues no son el lenguaje de Canaán. Los que hablan no dan evidencia de que en sus corazones estén elevando melodías a Dios.