“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).
George Matheson, nacido en 1842, fue el compositor del himno con el que titulé la reflexión de hoy. Se lo conocía como “el predicador ciego”. Desde pequeño, tuvo que usar lentes especiales, muy gruesos. Al principio podía ver un poco si se sentaba cerca de las ventanas, pero al crecer, solo podía ver sombras.
Su novia, al ver que sus problemas en la vista no solo persistían sino también empeoraban, se negó a continuar en su relación con él.
Los años pasaron y sus increíbles dotes intelectuales le permitieron aprender muchísimas cosas. Se decidió a estudiar Teología, emprendimiento para el que recibió mucho apoyo de sus hermanas. Se convirtió en un exitoso orador, muy optimista a pesar de todo. Sin embargo, una noche, justo antes de que una de sus hermanas se casara, se sintió terriblemente angustiado.
Una mujer, su amor, lo había dejado. Pero Dios no lo haría. De él habla en este himno que compuso en ese momento de sumo sufrimiento.
Quizá tú también alguna vez hayas sufrido la ruptura de una relación amorosa o te encuentres en este momento sanándote de una. Es probablemente uno de los mayores dolores o tristezas que podemos experimentar como seres humanos, pero Dios promete que su amor no nos dejará y que es suficiente.
Aunque el concepto de noviazgo no es algo muy desarrollado en la Biblia, podemos encontrar algunos principios que nos pueden servir a la hora de formar relaciones. Además, contamos con sabios consejos de Elena de White (en el libro Cartas para jóvenes enamorados, por ejemplo) y con la experiencia de adultos que nos pueden guiar y escuchar en nuestras preocupaciones sobre este tema tan importante. No es algo para avergonzarse y quizás el hecho de hablarlo más nos ahorraría algunas equivocaciones fácilmente evitables y muchos corazones rotos.
Él puede llenar cualquier vacío, y las etapas de soltería, si son bien empleadas, pueden ser de gran crecimiento y de una mayor intimidad con Dios.
Él se preocupa por esos detalles y anhela, además de darnos consuelo en momentos de decepción, recordarnos que cuando él está en el centro de las relaciones, aunque estas sean de amistad, podemos sentir plenitud.
Hoy, independientemente de tu situación, te recuerda que su amor no te dejará.