“Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara” (Éxo. 4:2).
Imagino a Jocabed preparando con sumo cuidado la cestita donde colocaría a su hijo. Debió de haber sido muy habilidosa y detallista, porque depositó en el río Nilo su mayor tesoro y tuvo que asegurarse de que estuviese bien protegido. Quizás ese día, al verla pasar caminando presurosamente, la gente haya pensado que en sus manos llevaba una simple cesta, sin saber que adentro se encontraba la liberación de la esclavitud.
Años más tarde, Dios tuvo que enfrentarse a un Moisés que había perdido toda confianza en sí mismo, que temía la reacción del Faraón y que dudaba del éxito de la empresa de liberación divinamente encomendada. En su soberana paciencia, Dios le presentó un par de demostraciones de su vigente poder y lo invitó a experimentar con sus manos lo que lograría por medio de él.
“¿Qué tienes en tu mano?”, le preguntó. Era necesario que tomara conciencia de su posesión más rudimentaria. Quizás antes haya llevado en sus manos las riendas de los caballos más briosos del mayor imperio; y se le haya prometido llevar en ellas el cetro del Imperio Egipcio también. Ahora, en sus manos había alguna oveja desobediente y una humilde vara de pastor, que más tarde usaría en la realización de memorables portentos.
El objeto en sí puede carecer de valor, pero si está dirigido por Dios puede abrir aquel mar Rojo que tan difícil te parece de cruzar (Éxo. 14:16), puede ayudarte a saciar la sed de los que están a tu alrededor (17:5), o acompañarte al interceder por tus seres queridos (17:9).
Elena de White dice: “El hombre obtiene poder y eficiencia cuando acepta las responsabilidades que Dios deposita en él, y cuando con toda su alma busca la manera de capacitarse para cumplirlas bien” (Patriarcas y profetas, p. 260).
¿Qué tienes en tu mano? Recuerda que Dios lo puede usar o transformar para bendición. Así como usó la vara para infundirle confianza a Moisés y luego despertar admiración y asombro en un pueblo pagano, puede usar lo que sea para recordarte su presencia, su poder y su propósito en tu vida.
Usó las manos de Moisés para escribir los primeros capítulos de la historia de este mundo y puede usar tu vida para escribir los últimos.