Vi la hermosura y la gloria extraordinaria de Jesús. Su rostro era más brillante que el sol al mediodía. Su manto era más blanco que el blanco más blanco. ¡Cómo podría […]. describiros las glorias del cielo y a los amantes ángeles cantando y tocando sus decacordios!— Carta 3, 1851.
No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán! ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor!—Primeros Escritos, 19 (1851).
Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripción del cielo. Siempre que se vuelve a presentar ante mi vista, el espectáculo me anonada de admiración. Arrobada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo caer la pluma exclamando: “¡Oh! ¡qué amor, qué maravilloso amor!” El lenguaje más exaltado no bastaría para describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades; del amor del Salvador.—Primeros Escritos, 289 (1858).
El lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Solo la conocerán quienes la contemplen. Ninguna inteligencia limitada puede comprender la gloria del paraíso de Dios.— Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 733 (1911).
Si pudiéramos tener aunque fuera un vistazo de la ciudad celestial, nunca desearíamos morar nuevamente en la tierra.—The Signs of the Times, 8 de abril de 1889.